El mundo de la nutrición es de lo más complejo que existe hablando en términos de evidencia científica; es decir, generalmente se suelen sacar conclusiones precipitadas a raíz de diversos estudios que no presentan una clara evidencia. En nutrición, diferenciar entre lo que sí está bien demostrado y lo que no puede resultar una tarea realmente tediosa. Esto queda perfectamente ilustrado si sacamos a la palestra el ejemplo de las grasas.
Hace unas décadas, las grasas se consideraban malas para la salud sin realizar distinciones de ningún tipo. Con el paso del tiempo, se publicó una gran cantidad de estudios científicos al respecto; las revisiones sistemáticas que se realizaron dejaron en evidencia que esa corriente de pensamiento defendida por muchos en su día no estaba en lo cierto.
Como consecuencia, actualmente sabemos que no todas las grasas son malas, ya que existen grasas buenas que son muy saludables. A las grasas malas las empezamos a conocer como grasas saturadas, mientras que en el otro saco metimos a las que no eran saturadas, como las denominadas grasas monoinsaturadas.
Ciertos tipos de grasas saturadas son más saludables de lo que creíamos
Ahora parece ser que tenemos que replantearnos los efectos perjudiciales de las grasas saturadas, pues empieza a haber evidencia científica suficiente como para sostener que dentro de las saturadas existe un subgrupo de grasas que pueden ser beneficiosas (1). De nuevo, podríamos estar ante un nuevo cambio de paradigma en la forma de entender el papel que juegan las grasas en nuestra salud. De esto hemos hablado en un artículo anterior de Medciencia: Grasas saturadas: ¿No tan malas como las hemos pintado?
Precisamente, un comité estadounidense de expertos en la materia ha publicado recientemente en la prestigiosa revista Journal of the American Medical Association (JAMA) un llamamiento al gobierno de los Estados Unidos para que rechace las restricciones existentes con respecto al consumo de grasas (2). El autor del artículo, el Dr. Dariush Mozaffarian, comenta lo siguiente:
“La evidencia moderna muestra claramente que comer más alimentos ricos en grasas saludables como nueces, aceites vegetales y de pescado tienen efectos protectores, en particular para las enfermedades cardiovasculares. Otros alimentos ricos en grasa, como la leche entera y el queso, parecen bastante neutrales; mientras que muchos alimentos bajos en grasas, como carnes bajas en grasas, ensaladas sin aderezos grasos y patatas chips horneadas, no son mejores y a veces incluso son peores que las alternativas ricas en grasas. Es el alimento lo que importa, no su contenido en grasas.”
Este panorama nos revela lo mucho que hay que desconfiar acerca de lo que sabemos sobre nutrición. Debemos ser precavidos a la hora de realizar aseveraciones contundentes en un campo tan resbaladizo como éste.