La pregunta con la que titulamos el artículo de hoy parece un poco filosófica más que científica, pensaréis, pero como para la filosofía pensamos que habrá otro tipo de blogs especializamos, tranquilidad, porque nos encaminamos más bien hacía el campo de la psicología.
Como ya os habrán martilleado a tod@s en las épocas de secundaria y/o instituto, esta pregunta se la hacían los grandes filósofos y pensadores, y ha perdurado durante siglos, sin acabar de responderse a ciencia cierta, pues cada uno de ellos tenía una opinión y respuesta diferente. Algunos pensaban que nacemos buenos y nuestra naturaleza es corrompida por la sociedad, y otros, al contrario, pensaban que básicamente somos malos pero que la sociedad controla nuestra naturaleza para poder convivir en paz. Ahora la psicología tiene nuevas respuestas.
Según unos experimentos llevados a cabo por la Universidad de Yale, en EE.UU., la mejor forma de demostrar la naturaleza de bondad o maldad humana es fijarse en los bebés, pues son un escaparate maravilloso de emociones sin apenas influencia cultural, sin amigos todavía, sin ideología y sin haber visto cine, leído libros o haber tenido ninguna otra influencia externa. Es más, cabe recordar que cuando somos bebés apenas sabemos controlar nuestro propio cuerpo, y nuestra mente es realmente inocente, aún no hemos sido “corrompidos” o “controlados” por la sociedad.
Pues bien, los investigadores de Yale sugieren que, incluso a esta tierna edad, ya tenemos sentido del bien y del mal, y además preferimos el bien sobre el mal. Pero, ¿cómo consiguen los investigadores saber lo que prefiere un bebé? Pensemos por un momento como un bebé: período de atención corto y tan solo hacía cosas que llamen realmente la atención, ¿verdad? Pues eso es exactamente lo que hicieron los investigadores con los bebés del experimento.
Se usó una especie de teatro con marionetas o títeres, con un escenario de una colina verde y brillante y las marionetas con palillos y formas básicas como triángulos, cuadrados o círculos, cada una de estas formas con sus propios colores, brillantes para llamar la atención. Durante dicha obra, una de las formas trató de escalar la colina, luchando y cayendo. Posteriormente, las otras dos formas se involucraron en el asunto, una ayudando al primer alpinista y otra empujándolo y obstaculizando su paso para que no pudiera seguir.
En la obra no había sonidos ni emociones humanas, pero psicológicamente todos somos capaces de interpretar la historia con estas formas tan simples y sus escasos movimientos de ascenso o descenso de la colina. Y, como imaginaréis, incluso los bebés demostraron poder interpretar el argumento.
Así pues, se les ofreció a estos bebés la posibilidad de ayudar u obstaculizar a la primera forma que escalaba la colina, y resultó que eran mucho más propensos a ayudarle que a empujarle. Por tanto, esto se podría interpretar como una comprensión por parte de los bebés de lo que está bien y lo que está mal, comprendiendo que ir hacía arriba es “ayudar” (algo bueno), y que ir hacia abajo es “empujar” (algo malo).
Pero aquí no acaba el asunto, pues había que confirmar los resultados. Así que los investigadores hicieron ver a los niños una segunda escena de teatro donde la marioneta escaladora tenía que tomar una decisión: ir hacía el ayudante o hacía el obstaculizador. Naturalmente, como haríamos cualquiera, los niños se sorprendían si el escalador se dirigía hacía la otra marioneta que lo había empujado y obstaculizado, un signo que implica que sabían que ahí pasaba algo raro.
Para los psicólogos que llevaron a cabo estos dos experimentos los resultados podrían indicar que nuestros cerebros, en su etapa pre-cultural, ya tienen cierta expectativa sobre cómo se debe actuar con la gente, prefiriendo ayudar en lugar de obstaculizar. O lo que es lo mismo, prefiriendo el bien sobre el mal.
La conclusión podría ser esta, pero cualquiera podría rebatir el argumento pensando de manera cínica, y diciendo que lo que realmente buscaban los bebés era el interés propio, pues actuaban ayudando porque esperaban que luego los demás actúen de la misma forma que ellos. Opiniones habrá para todos los gustos, pero de momento estos psicólogos se inclinan por la opinión de la bondad sobre la maldad, lo que para los antiguos filósofos significa que no nacemos corrompidos, sino que la sociedad nos corrompe.
Vía | Mind Hacks.