¡Ya es Halloween! Y aprovechando esta fecha del año en Medciencia queremos formar parte de ello. Hoy os voy a hablar del posible origen de la leyenda de los vampiros y del animal asociado a ellos: los murciélagos.
Las historias de vampiros se remontan muchos siglos atrás, desde el archiconocido Conde Drácula hasta Crepúsculo, tan de moda actualmente, pero ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Existen realmente los vampiros? ¿Qué podría explicarlo?
Mi compañero Roberto ya ha hablado del tema en su artículo de esta mañana y ha dado unos datos muy interesantes a este respecto. Los vampiros humanos son, obviamente, personajes de ficción pero lo que sí es cierto es que algunos murciélagos se alimentan exclusivamente de sangre y sí, nosotros podemos ser sus víctimas.
Los murciélagos son uno de los símbolos más utilizados en Halloween y lo cierto es que tienen todas las papeletas para serlo: salen de noche, algunos chupan sangre y su aspecto de cerca es un tanto horripilante.
Actualmente existen murciélagos que se alimentan de la sangre de animales de sangre caliente pero lo que no es cierto es que puedan desangrar a un ser humano, ahí ya nos pasamos a la ficción. Para que un murciélago pudiera almacenar 5 litros de sangre tendría que ser de dimensiones considerables, entonces sí que deberíamos temer por nuestras vidas. Actualmente existen 3 especies de murciélagos estrictamente hematófagas y son originarias de América del Sur. En la imagen de portada podéis ver al vampiro común (Desmodus rotundus). Para que nos hagamos una idea de cuanta sangre pueden consumir, en un año una colonia de 100 vampiros puede chupar la sangre de 25 vacas.
Sinceramente, más que preocuparnos de la sangre que nos puedan chupar deberíamos pensar en las enfermedades que pueden transmitir con su mordedura.
La porfiria y su relación con los vampiros
Primero un poquito de historia. El Conde Drácula es un personaje de ficción creado por Bram Stoker. Al parecer su personaje estaba inspirado en un príncipe rumano llamado Vlad, conocido como “El empalador” o por “Draculea”, que en rumano significa “hijo del demonio”. La razón de estos sobrenombres es que el príncipe Vlad reinó en Valaquia de 1452 a 1462 y se dice que en esos diez años ejecutó a 50.000 personas empalándolas en largas estacas. Un pelín sanguinario… De lo que no hay indicios es de que bebiera sangre pero aquí ya podemos establecer algún tipo de conexión con las estacas.
Por otro lado, sabemos que las porfirias son una serie de enfermedades que se caracterizan porque el grupo hemo- de la hemoglobina de la sangre no se sintetiza de manera adecuada. En algunos tipos de porfirias la sensibilidad a la luz aparece como un síntoma claro, provocando erupciones, ampollas y cicatrización de la piel. También pueden darse casos de una fuerte anemia.
Ahora pensemos en un vampiro clásico de película de terror o de leyenda: son muy pálidos, salen de noche, repudian los ajos, el sol los abrasa y, por supuesto, se alimentan de sangre. Parece que hay bastante relación con los síntomas de la porfiria ¿no?
Y es más, la repulsión a los ajos también tiene su explicación en las porfirias. Existe un tipo en la que los ajos agravan los ataques propios de esta enferedad.
En resumidas cuentas, parece que tanto el pobre Conde Drácula como el sanguinario Vlad eran claros candidatos de padecer esta enfermedad tan humana.
Fuente: NationalGeographic, literalandia, Medline, ScientificAmerican