Una de las preocupaciones más grandes que tienen los padres es que sus hijos acaben drogándose o teniendo relaciones promiscuas. ¿No sería genial que existiera una forma de predecir si esto va a pasar? Los investigadores del estudio de hoy han dado los primeros pasos en predecir la probabilidad de que los adultos jóvenes desarrollen alguna de estas conductas (concretamente en respuesta al estrés).
El estudio del que os hablamos hoy forma parte de un estudio mayor (Duke Neurogenetics Study o DNS) que todavía está en marcha y que se inició en 2010. Este gran estudio pretende entender cómo las interacciones entre el cerebro, el genoma y el entorno moldean las conductas de riesgo que predicen el riesgo a enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad o la adicción.
El estudio
La investigación se llevó a cabo mediante resonancia magnética funcional, una técnica no invasiva que ofrece imágenes del cerebro en funcionamiento. En concreto se midió la actividad de dos áreas cerebrales: El cuerpo estriado ventral y la amígdala. Eligieron estas áreas cerebrales porque la amígdala evalúa las amenazas y el estriado regula las vías del reforzamiento. En 2012 evaluaron en total a 200 sujetos. Ya entonces los resultados indicaron que tener un estriado ventral sobre activado y una amígdala con baja activación predecía el consumo de alcohol en respuesta al estrés.
Recientemente decidieron repetir el estudio con una muestra más grande (759 estudiantes con 19 años de edad de media) para comprobar los resultados. Y lo que encontraron fue diferente pero a su vez confirmador de los resultados anteriores.
Los investigadores encontraron que tanto un patrón (alta activación del estriado y baja de la amígdala), como el inverso (alta activación de la amígdala y baja del estriado) predecían el consumo de alcohol en situaciones de estrés.
Otro estudio complementario fue llevado a cabo para la sexualidad, con 70 sujetos heterosexuales, en los cuales se evaluó el número de parejas sexuales que tuvieron en un periodo de 11 meses.
Conclusiones
Lo que demuestra el estudio es que el in-balance entre estas dos áreas cerebrales, que normalmente funcionan de forma complementaria, tiene consecuencias sobre la conducta del sujeto y aumenta su riesgo a conductas nocivas. De hecho la activación elevada de ambas áreas de forma simultánea o la muy baja activación en ambas áreas también de forma conjunta no supone un problema, es el desequilibrio o el funcionamiento inverso entre ellas que marca ese riesgo.
Los investigadores del estudio postulan diferentes motivos según el tipo de desequilibrio en las dos áreas:
– Los sujetos que beben debido a una alta activación del estriado ventral probablemente lo hacen empujados por la impulsividad lo cual se junta a una baja señal de peligro emitida por la amígdala cuyo funcionamiento es muy bajo.
– Los sujetos con baja activación de esta parte del estriado tienden a tener un estado de ánimo más bajo, lo cual se junta con la alta activación de la amígdala que les hace más sensibles al estrés, en conjunto estos sujetos pueden acabar bebiendo como estrategia de afrontamiento.
En cuanto a la conducta promiscua, se encontró que en hombres el desequilibrio entre estas áreas cerebrales (alta activación del estriado ventral junto a bajo funcionamiento de la amígdala) era indicador de riesgo a presentar un mayor número de parejas, igual que lo es con el alcohol. Pero en mujeres el patrón es diferente. Para las mujeres la probabilidad de conductas promiscuas se asociaba con una alta activación conjunta en ambas áreas.
La idea de poder predecir este tipo de conductas nocivas (las drogas y la promiscuidad) tiene la función de poder anticiparnos a su ocurrencia en el sentido de prevenirlas o contrarrestarlas, intentando disminuir el riesgo para esas personas.
Los investigadores creen que el siguiente paso es incorporar al estudio una tercera región, el córtex prefrontal (área clave en la toma de decisiones).
Fuente: Science Daily.