Las habilidades sociales son un tema muy desarrollado en psicología y su entrenamiento forma parte de las técnicas incluidas en muchas terapias. Las habilidades sociales nos permiten vivir en sociedad, adaptarnos al entorno, tener amigos y obtener beneficios de esas relaciones. Se puede decir que por adaptación una persona que vive en sociedad debería tener buenas habilidades sociales. Pues bien, a pesar de ser tan básicas y simples hay una gran mayoría de gente que no las domina, y no solo eso, sino que además tienen estilos agresivos o pasivos hacia los demás, aunque es difícil entender como estos se mantienen pues son de lo menos beneficiosos. Hoy describiremos cada estilo, en qué consiste y cómo ser un poco más “asertivos”.
¿Qué son?
Las habilidades sociales son una herramienta más de nuestro día a día, una conducta, no son algo con lo que nacemos o que tenemos sino más bien algo que adquirimos, que hacemos.
Las habilidades sociales son pues esas conductas (también puede incluir cogniciones o emociones) adquiridas (pueden ser aprendidas) que se manifiestan en situaciones interpersonales, socialmente aceptadas (en esa cultura) y orientadas a algún objetivo (obtener un refuerzo).
Básicamente se resumirían es un conjunto de estilos de comunicación y expresión emocional hacia los demás.
Es el saber relacionarse con los demás obteniendo el máximo de beneficios y el mínimo de consecuencias negativas.
Las habilidades sociales dependen de la autoestima, la inteligencia emocional y la asertividad.
Por ejemplo una buena habilidad social es mirar a los ojos cuando nos hablan, asentir con la cabeza, sonreír…
¿Cómo se adquieren?
Hay muchas teorías al respecto pero básicamente las formas de adquisición de las habilidades son:
1- Imitación o aprendizaje vicario de un modelo. Copiar lo que hacen otros (padres, amigos, profesores…). Modelamiento.
2- Moldeamiento y encadenamiento de conductas simples en una secuencia compleja. Se refuerzan las aproximaciones sucesivas (y cada vez más similares) a la conducta deseada (ya que esta como tal aún no existe en el repertorio de la persona). Otra persona nos entrena paso a paso en una conducta más compleja, para ello van reforzando aproximaciones de conductas que si poseemos hasta que se combinan para crear la nueva conducta. Por ejemplo entrenar la cadena de saludar mediante el refuerzo progresivo de los pasos de la secuencia: primero aprendemos a sonreír, luego lo encadenamos a un saludo con la mano, luego a dos besos, hasta aprender la conducta completa de un saludo.
3- Aprendizaje asociativo. Por condicionamiento clásico (una conducta se asocia a una situación por darse repetidas veces), por ejemplo el vecino siempre que nos ve nos saluda, llega un momento en que asociamos la conducta de saludar con el vecino. Por condicionamiento operante (las consecuencias positivas o negativas son las que mantienen o eliminan la conducta), por ejemplo si cuando damos dos besos a los abuelos y ellos cada vez nos dan un caramelo, esa conducta pasará a mantenerse y formar parte del repertorio habitual pues nos proporciona beneficios.
4- Ensayo-error y feedback por parte de los demás (información directa).
¿Por qué son importantes?
Las habilidades sociales se asocian en la infancia a una mejor adaptación al entorno, al grupo o a la clase y éste a un mejor desarrollo académico. Unas bajas habilidades sociales pueden llevar a un rechazo o aislamiento. La carencia de habilidades sociales se asocia a un comportamiento disruptivo.
Unas malas habilidades sociales se asocian al uso de malas estrategias para resolver conflictos. Las habilidades sociales son una de las herramientas para salir de problemas y solucionar dilemas.
Las habilidades sociales mejoran la autoestima y la autoeficacia.
Las habilidades sociales se consideran factores de protección (al contrario que los de riesgo) para el alcoholismo, la esquizofrenia, la depresión… Y también implican un mejor pronóstico de evolución si el trastorno se da.
Las habilidades sociales permiten que nos enfrentemos a las interacciones con los demás con menos ansiedad o aprensión.
Los estilos de comunicación y sus componentes (conductas):
Estilo pasivo: Son personas que dejan que los demás les digan lo que tienen que decir o hacer, que no se expresan a si mismos y que por lo general no defienden sus propios derechos. Aparentan inseguridad y en lugar de expresarse esperan que los demás adivinen lo que quieren o como se sienten. Tienen miedo o vergüenza a expresar sus deseos, dan muchos rodeos para decir algo, hablan bajito y de forma tímida. Rehúyen contacto visual, a veces no encuentran las palabras adecuadas. Su voz es débil y temblorosa. Su postura corporal puede ser algo agachada con las manos sudorosas o temblorosas. La interacción con los demás les produce cierta ansiedad, prefieren hacer lo que los demás quieren a imponer sus deseos, se dejan llevar por las decisiones de los demás. Suele resultar herido por los demás.
Por ejemplo: Nos traen un vaso de vino en un restaurante y está manchado de carmín de otra persona. El pasivo seguramente no diría nada y utilizaría la copa a pesar de su propio disgusto.
Estilo agresivo: Son mandones e intimidan o critican a los demás. Buscan obtener lo que ellos quieren y cuando ellos lo quieren. Rara vez suelen preocuparse por los demás. Suele acabar hiriendo a los demás. Muestran una conducta agresiva con una mirada demasiado fija y penetrante, frecuentemente invadirán el espacio personal de la persona, con una postura corporal rígida y desafiante. Son autoritarios y emplean un tono de voz alto con voz fuerte, fría y autoritaria. Suelen intimidar a los demás y exagerar lo que dicen. Interrumpe, señala, gesticula excesivamente.
En el ejemplo de la copa el agresivo armaría un escándalo, levantaría la voz y amenazaría al camarero diciéndole que no piensa volver nunca más.
Estilo asertivo: Es el adecuado, combina la capacidad de poder expresar los propios deseos sin pisar los de los demás, maximizando el beneficio mutuo.
El asertivo actúa con naturalidad, escucha a los demás, expresa lo que quiere y sus sentimientos pero de forma educada, su comunicación es directa y habla cuando tiene algo que decir. Sus movimientos corporales son acogedores, mantiene una postura corporal relajada, mira a los ojos pero con una mirada franca y expresiva, sin intimidar. Mantiene una voz firme pero calurosa, sin elevar la voz, sin titubear. Sabe negarse a hacer algo que le desagrada sin ofender a la otra persona. Sabe modular su conducta para adaptarse a las situaciones y a los sentimientos de los demás.
En el ejemplo de la copa, educadamente le diría al camarero que la copa esta sucia y que por favor se la cambiase por otra (el beneficio es maximizado para ambas partes).
Fuente: Psicoteca, Dossier PDF.
Imagen: Wikimedia Commons.