Las opiniones sobre el bien o el mal de Internet en nuestras vidas son muy diversas. Por una parte, si nos centramos en el “mal”, se podría hablar de distracciones, facilidad para acceder a ciertos contenidos de mal gusto o incluso perjudiciales para los más pequeños de la casa, y lo que está más de moda hoy en día en las empresas: disminución de la productividad.
Por otra parte está Google y su visión de ver el mundo, cuando le acusan de “hacernos más tontos” gracias a su facilidad de búsqueda, la gran G responde: “con nuestras rápidas búsquedas dejamos tiempo a la gente para que haga más cosas”. Y es cierto, es muchísimo más rápido buscar en Google o cualquier otro buscador que tener que ir a un libro para buscar exactamente lo mismo entre miles de páginas pero perdiendo mucho más tiempo, ¿no?
Además, como comenta Álvaro Fernández, neurocientífico de Sharp Brains, en Wired, también cabe tener en cuenta el Efecto Flynn (nuestra inteligencia media ha ido aumentando progresivamente desde 1930), por ello, parece que la tecnología ha ayudado más que obstaculizado. Nuestro cerebro ha evolucionado, para bien.
Según comenta Fernández, la fijación real no debería ser “Internet” en general, sino su uso en particular. Está claro que si nos dedicamos a navegar por las redes sociales solo “cotilleando” fotos y demás de nuestros amigos o conocidos, habrá productividad cero. Pero tanto las redes sociales tan de moda hoy en día, como los blogs, u otro tipo de portales de Internet, pueden hacer muchísimo por nosotros, nuestro cerebro, y por supuesto nuestra productividad, entre otras cosas.
Uno de esos usos, por ejemplo, sería el de poder evaluar nuestra salud desde nuestro propio hogar. Como ya comentamos en un artículo sobre la psicoterapia a distancia, Internet podría hacer posible que estemos al tanto de nuestra salud sin ni siquiera movernos de nuestro hogar.
Por otra parte está “la nube”, ese gran centro de datos que puede ser Internet, y que hoy en día ayuda tanto a los investigadores y profesionales de la salud para estar al tanto de nuevos tipos de prevención y de nuestros tratamientos para nuestra querida salud mental.
¡Ah! Y no podemos olvidarnos de los dispositivos móviles, como smartphones o tablets, cuyas aplicaciones basadas en “la nube” también son de gran ayuda para el diagnóstico y tratamiento, cada vez más rápidos y específicos. O proporcionando diversas tablas de evaluación para enfermedades como el Alzheimer o diversas enfermedades de tipo cognitivo.
Eso si, Fernández también comenta los peligros de la multitarea y las distracciones. La tecnología también ha acelerado nuestra vida de una forma pasmosa, cosa que puede que nuestro cerebro no sea capaz de asimilar con tal rapidez. Es un órgano muy plástico es decir, adaptativo según la situación, pero requiere su tiempo, y parece que la tecnología e Internet puede tener un efecto “agobiante” en él, dando lugar a trastornos como el trastorno de sobreinformación (hay veces que temo padecer algo similar, depende del día…).
Conclusión, ¿es Internet bueno para nuestro cerebro? Según Fernández la respuesta es un rotundo SI, siempre y cuando usemos su poder analítico y colaborativo para controlar y mejorar las funciones del cerebro. Pero es necesario preparar de forma adecuada a las personas y adaptarlas a esta nueva herramienta. Y, como he comentado anteriormente, el cerebro es plástico, y es una suerte que así sea, pues llegará el momento en el que acabará adaptandose.
Vía | Wired.