En el núcleo de nuestras células se encuentra la información genética, cada uno de los genes que intervienen en las características y funciones de nuestro cuerpo. Últimamente, está cobrando mucha importancia cómo se regulan estos genes; es decir, en la célula ocurren una serie de procesos que pueden silenciar o activar estos genes. El estudio de estos procesos se denomina epigenética y es clave para entender el funcionamiento del organismo.
Es posible que te hayas percatado de que algunas enfermedades mejoran o empeoran según la estación en la que te encuentres. Bajo este fenómeno se encuentran unos mecanismos complejos que nos dan pistas para entender por qué sucede esta curiosa relación. Esto es lo que han estudiado unos científicos de la Universidad de Cambridge, cuyo estudio ha llegado a unas conclusiones sorprendentes.
La actividad de nuestras defensas depende de la estación del año
El equipo de investigadores analizaron las muestras sanguíneas y la grasa de más de 16.000 personas que vivían en países tanto del hemisferio norte como del sur.
Encontraron que de los 22.822 genes que se identificaron en las muestras, la actividad de 5.136 variaba dependiendo de la estación del año en que las muestras fueron recogidas, lo que supone que un cuarto de nuestros genes varia en función de la época del año.
Lo más interesante fue descubrir que nuestro sistema inmune también se encuentra a merced de estos cambios, así como los genes que participan en las enfermedades cardiovasculares. Por ejemplo, las muestras que se recogieron cuando era invierno mostraron una mayor actividad de los genes asociados con enfermedades cardiovasculares y autoinmunes.
Tal vez esta es la causa que hay detrás que explica por qué este tipo de enfermedades, como la diabetes tipo 1 y la esclerosis múltiple (donde el sistema inmune ejerce un papel importante), son más prevalentes en invierno.
El patrón que hallaron en la regulación de la activación de los genes en el hemisferio norte era opuesto al del hemisferio sur, lo cual era lógico al tener en cuenta que las estaciones son contrarias en los dos hemisferios (cuando en el hemisferio norte es verano, en el sur es invierno, y viceversa). Además, en Islandia no se encontraron grandes variaciones relacionadas con las estaciones, también lógico ya que en verano hay casi 24 horas de luz y en invierno 24 horas de oscuridad.
La respuesta inflamatoria puede variar según la época del año
Los resultados no acabaron aquí, pues los investigadores hallaron que ARNTL, un gen que se asocia a la supresión de la respuesta inflamatoria (al menos en ratones), es menos activo en invierno y más activo en verano. Por ello, es posible que en invierno los niveles de inflamación aumenten.
De esta manera, los pacientes con enfermedades relacionadas con la respuesta inflamatoria pueden empeorar en esta época, de ahí que si se utilizan fármacos que se dirijan contra la inflamación en estos meses del año, podría ser un tratamiento más efectivo.
Asimismo, se han encontrado que los genes que intervienen en la respuesta del sistema inmune ante las vacunas son más activos en invierno, por lo que las vacunas podrían tener más beneficios si se administran en invierno.
Como veis, las implicaciones de los resultados de este estudio son muy variadas; no obstante, cabe destacar que los científicos son incapaces de explicar en este momento a qué se debe que la expresión de los genes varíe dependiendo de la época del año. Sin duda, este estudio dará que hablar.
Fuente: University of Cambridge