Vivir estresados, corriendo de un lado a otro con el reloj siempre echándosenos encima, intentando completar una lista interminable de tareas. Esta es la realidad de cada vez más personas. Una realidad que a priori parece inofensiva y más efectiva en un mundo globalizado pero que afecta a nuestra calidad de vida y altera los niveles de ansiedad que sufrimos. Para un psicólogo no es raro ver en consulta a niños y niñas con los primeros signos de ansiedad debido, en parte, a que copian (o se les impone) el estilo de vida de sus padres. Muchas cosas por hacer en sólo 24 horas.
Cómo la ansiedad disminuye la empatía
En una serie de seis estudios científicos, investigadores de universidades como Harvard y Columbia indujeron ansiedad, ira, asco, sorpresa u orgullo a más de 1.300 participantes en total. Para ello, pidieron a los sujetos que escribieran sobre experiencias pasadas donde sintieron una de esas emociones. El grupo control no hizo nada o tuvo que escribir sobre su rutina nocturna con el fin de producir un sentimiento neutral.
A continuación, los participantes fueron sometidos a una prueba de toma de perspectiva. La toma de perspectiva es la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, tomando el punto de vista de esta, y que juega un papel esencial en el desarrollo de la teoría de la mente. En dichos experimentos, la tarea de uno de ellos consistía en indicar si un libro se encontraba a la izquierda o a la derecha de una mesa según la propia perspectiva o la de una persona que estaba sentada delante. En otro de los estudios tenían que indicar la posición de una luz verde en función de la propia perspectiva o la de un segundo observador.
En un tercer experimento se pedía a los participantes que respondieran tan rápido como les fuera posible a una serie de escenarios como el siguiente:
Ana hizo una lasaña en un plato azul. Después de que Ana se fuera, Juan vino a casa y se comió la lasaña. Luego llenó el plato azul con espaguetis y lo puso en la nevera. Ana piensa que el plato azul contiene (lasaña/espaguetis).
Aquellos participantes que se sentían ansiosos o sorprendidos era más probable que dieran una respuesta basándose en su propia perspectiva (en la tarea del libro o de la luz verde) o tardaran más en dar una respuesta desde la perspectiva de otro que aquellos sujetos a los que se les había inducido ira, asco, orgullo, o una emoción neutra. Es decir, cuanto más estrés tenían los sujetos, más difícil les resultaba expresar la perspectiva de la otra persona. Cuanto más ansiosos estaban, más egocéntricos se volvían. Es importante destacar que en las preguntas que no tenían que ver con la toma de perspectiva, los participantes más ansiosos respondieron igual de bien que los demás.
Este dato es especialmente interesante si tenemos en cuenta que el orgullo inducido no incrementó el egocentrismo pero sí lo hicieron la sorpresa y la ansiedad. La clave para entender el por qué de este efecto reside en aquellos estudios que incluyeron la variable “incertidumbre”.
Aquellos participantes a los que se les indujo incertidumbre también vieron incrementado su nivel de egocentrismo como consecuencia. Al parecer, la ansiedad y la sorpresa están ambas asociadas a la incertidumbre. La explicación dada por los investigadores sugiere que mientras emociones como la ira nos hacen sentir seguros de que se ha cometido una injusticia, tanto la ansiedad como la sorpresa tienen un componente de incertidumbre respecto a lo que va a suceder en el futuro. Cuando eso sucede tendemos a centrarnos en lo que sí tenemos certeza: nuestra propia perspectiva y sensaciones.
Conclusiones sobre la empatía y la ansiedad
Aunque la lasaña o los espaguetis de Ana nos puedan parecer irrelevantes en el día a día, los hallazgos de estos estudios indican que nuestra capacidad de tomar perspectiva se ve alterada en momentos de estrés. A medida que aumentamos la cantidad de tiempo que permanecemos en situaciones de estrés, estamos disminuyendo nuestra propia habilidad para empatizar y conectar con los demás.
En definitiva, es importante tener una vida activa y compaginar el trabajo, estudios y otros proyectos varios con las actividades del día a día. Pero no hay que perder el foco en lo que de verdad importa. No merece la pena correr por el mundo cargados de estrés, preocupados por lo que tenemos que hacer después y perdiéndonos constantes oportunidades de conectar con las personas que están a nuestro alrededor. La empatía, como toda habilidad social, requiere de entrenamiento. Si crees que es importante rebajar tus niveles de estrés, aparta un momento al día para fortalecer la empatía y aceptar que de vez en cuando alguna de nuestras tareas de la lista se quedarán sin hacer para mañana.
Fuente: GreaterGood, Redalyc, eHow