La Catalepsia o Muerte Aparente. – Medciencia

La catalepsia (también llamada Muerte Aparente) es un trastorno del sistema nervioso que puede resultar muy peligroso para aquel que lo padece. Se caracteriza por inmovilidad y rigidez muscular, así como una sensibilidad dolorosa reducida o incluso nula. El paciente no responderá a estímulos externos, ni hablará. Para todo aquel que lo presencie, dará la impresión de que está muerto, con un pulso y una respiración casi imperceptibles, y una mortecina palidez.

En realidad, la catalepsia no es una enfermedad propiamente dicha, sino que constituye un síntoma de otros trastornos como el Parkinson, la epilepsia, la esquizofrenia, apnea de sueño, obesidad, depresión, shock emocional, y un largo etcétera. También puede darse como efecto secundario de medicamentos anti-psicóticos, como aquellos a los que se recurre para tratar la esquizofrenia. Además, asociados a la catalepsia pueden ir la ansiedad, fatiga, etc. y también puede darse un fenómeno en el que las extremidades del paciente queden exactamente en la posición en que se las coloca.

La catalepsia puede durar desde varios minutos, a días y, en caso más extremos, semanas e incluso años. Afortunadamente, hoy en día se es bastante consciente de que esto puede suceder pero, antiguamente, aquellos que lo padecían no corrían la misma suerte. En muchas ocasiones (tristemente, demasiadas), los pacientes catalépticos eran enterrados vivos por error. Esto se debe a que se tenía por costumbre pinchar a la persona en las extremidades. De no darse una respuesta, y sin despertar tras un determinado tiempo, se declaraba la muerte clínica. 

Las consecuencias eran terribles, puesto que, una vez enterradas, las víctimas de este catastrófico error fallecían asfixiadas, ó incluso como consecuencia del terror que se cernía sobre ellos al encontrarse solos, aislados del mundo, dentro de su propia tumba. Lo más escalofriante de todo esto es que el enfermo cataléptico es consciente de todo lo que sucede a su alrededor, pero se ve incapaz de responder.

Pero volviendo al presente, hoy en día es casi imposible que se den estos fallos. Desde hace tiempo (1978, para ser exactos), los llamados electroencefalogramas diagnostican una muerte clínica con tal fiabilidad, que es dificilísimo equivocarse. De modo que, por suerte, las horribles historias una vez acontecidas quedarán guardadas para siempre en el lugar más recóndito de nuestra memoria.

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