Anteriormente ya habíamos hablado en MedCiencia del vínculo demostrado entre la creatividad y sufrir trastornos mentales. Concretamente hablamos sobre artistas y científicos, en los cuales se había demostrado que existía un riesgo mayor de sufrir trastornos de tipo bipolar o esquizofrenias respecto a la sociedad en general, incluso demostrando que el sistema de recompensa dopaminérgico era similar entre los individuos sanos creativos y los pacientes que sufren de esquizofrenia. Ahora bien, ¿por qué las personas más inteligentes también son las más propensas a los trastornos mentales?
En un principio suena un poco ilógico, porque la gente inteligente es justamente la que piensa antes de actuar, y dentro de los trastornos mentales desde luego esta no es la tónica. Pero hemos visto como diversos intelectuales y artistas (todos ellos muy inteligentes) han sucumbido a diferentes enfermedades mentales:
David Foster Wallace, novelista estadounidense y uno de los mayores y más influyentes de toda una generación murió en septiembre de 2008 tras varios años sufriendo una Depresión Mayor. Acabó ahorcándose en su garaje, uniéndose así a un nutrido grupo de artistas y pensadores que también sufrieron depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia y otros diversos trastornos.
Grandes triunfadores como Vincent Vang Gogh, Buzz Aldrin, Emily Dickinson, Ernest Hemingway y Jackson Pollock, entre otros, sufrían trastorno bipolar.
Virginia Woolf, aunque no hay un diagnóstico oficial, acabó ahogándose y hay muchas papeletas para afirmar que también sufría un trastorno mental.
Como veis, la inteligencia puede ser a la vez bendición y maldición. Por anteriores estudios ya sabemos que la gente más inteligente tiende a automedicarse más y a consumir más alcohol que la media, quizá por curiosidad, siguiendo la conocida como interacción Savanna-IQ, que viene a explicar que la gente inteligente tiende a la búsqueda de la novedad.
Como comenta el psicólogo evolucionista Satoshi Kanazawa, de la London School of Economics y autor de la teoría anteriormente mencionada:
“El cerebro humano tiene dificultades para comprender y hacer frente a las entidades y situaciones que no existían en el ambiente ancestral”
Pero ahora, en nuestra vida moderna, la oportunidad de empaparse o ingerir sustancias que alteran nuestra mente se presenta como algo novedoso, algo que suelen investigar más los inteligentes, que son más audaces. Y la posición contraria también se ha demostrado: La gente menos inteligente es menos propensa a beber o consumir drogas.
Por otra parte, según un estudio de 2009 publicado en Neuron por los investigadores de la Universidad de Toronto y el Instituto de Investigación Samuel Lunefeld del Hospital Mount Sinai, existe una conexión entre la curiosidad y la inteligencia general, una conexión biomolecular. Concretamente un canal de calcio asociado a la memoria espacial y la curiosidad en ratones, una proteína que está relacionada con el trastorno bipolar y la esquizofrenia en los seres humanos.
Otra investigación, a cargo de los investigadores del King College de Londres y el Instuto Karolinska de Suecia, y publicado en el British Journal of Psychiatry, afirma que el trastorno bipolar es cuatro veces más común entre aquellos adultos que acabaron sus estudios escolares con una media de notable-sobresaliente (“A” en las notas angosajonas). Se llegó a tal conclusión tras comparar los registros de la Escuela Nacional de Suecia con los diagnósticos del trastorno. Sobre todo esta relación se daba en estudios de humanidades y, en menor medida, en ciencias. Concretamente en aquellos estudiantes que destacaban en música y lengua.
Otro estudio similar a cargo de Jari Tiihonen de la Universidad de Kuopio, Finlandia, también encontró relación entre aquellos alumnos que destacaban en matemáticas, su cociente intelectual, y la probabilidad de padecer trastorno bipolar. Concretamente la probabilidad era hasta un riesgo 12 veces mayor entre los alumnos destacables (deberíais ver la película “Una mente maravillosa” para tener un ejemplo relacionado a este estudio, aunque con otro trastorno mental).
Finalmente, cabe destacar que aunque algunos estudios no han demostrado conexión alguna entre el trastorno bipolar y la inteligencia, más de 30 artículos académicos si apoyan dicha relación, ya sea con el trastorno bipolar o similares, y los investigadores siguen investigando dicha relación con modelos de ratón de laboratorio y bases de datos para concretar más aún lo que ya sabemos. Es una lástima, pues parece que esto confirma que la inteligencia puede ser un arma de doble filo.
Vía | MedicalDaily.