Está claro que medir la tasa de felicidad es una tarea compleja. Sin embargo, la organización World Values Survey publica periódicamente rankings con los países más y menos felices del mundo. Para ello, se basa en factores económicos, políticos, climáticos y sanitarios, entre otros. En estas clasificaciones podemos encontrarnos con resultados, a priori, inesperados. Por ejemplo, en general Sudamérica posee niveles más altos de felicidad que Europa, aunque las democracias, la economía y los sistemas sanitarios europeos sean de los más desarrollados del mundo. Recientes estudios han relacionado este hecho con la presencia de un gen concreto en determinados países.
El alelo de la felicidad
En los últimos años, una buena cantidad de trabajos científicos se están dirigiendo a relacionar los índices de felicidad de distintos países con la manera en que determinados genes se distribuyen en ellos. Para hacernos una idea de su objetivo, debemos pensar que cada gen contiene la información para la creación de una proteína concreta. Una proteína que realizará una función específica dentro del organismo. Sin embargo, los genes de personas diferentes pueden no ser los mismos. De hecho, cada gen tiene varias versiones, pequeños cambios en su secuencia que pueden dar lugar a diferencias muy significativas en la función de la proteína. Estas versiones se denominan alelos y se reparten desigualmente en toda la población mundial, de manera que un alelo predominante en la población asiática puede ser minoritario o, incluso, inexistente en el resto del mundo.
Pues bien, un estudio realizado por Michael Minkov y Michael Harris Bond, de la Varna University of Management (Sofía, Bulgaria) y de la Politechnic University of Hong Kong, respectivamente, parece aportar resultados concluyentes. Sus datos apuntan a que la distribución de un alelo de un gen concreto en la población mundial está muy relacionado con las diferentes tasas de felicidad entre países. Este alelo (de nombre científico rs324420) da lugar a una proteína que degrada más lentamente la anandamida, un endocannabinoide con diferentes funciones en el Sitema Nervioso humano. Esta molécula se relaciona, por ejemplo, con la sensación de placer y con la reducción del dolor. Por tanto, las poblaciones en las que sea predominante este alelo tendrían más cantidad de anandamida en el organismo, lo que se relacionaría con un tipo de percepción más hedónica.
Los países en los que más se encuentra esta versión génica son los sudamericanos (Perú, Colombia, México y Brasil, sobre todo) y los africanos (Ghana, Nigeria y Sudáfrica). También aparece, por ejemplo, en ciertos países europeos y en Oceanía. En todos los casos, estas regiones se relacionan con un mayor índice de felicidad. En el extremo contrario encontramos la región de Europa del Este (Estonia y Rusia principalmente), donde la presencia de este alelo es minoritaria.
El efecto de otros factores en la felicidad
Este estudio aporta pruebas de que las condiciones económicas no explican las diferencias en la felicidad de la población. Así, en la genética puede residir gran parte del por qué algunos algunos países con economías poco desarrolladas tienen altas tasas de felicidad. Sin embargo, esta no es la única pieza del puzzle. Por ejemplo, la población del Este de Europa, como Estonia, están en posiciones bajas del ranking, en gran medida, por las condiciones políticas que sufren desde hace ya varias décadas.
Por otro lado, el clima de la región también parece influir críticamente en sus tasas de felicidad. Así, aquellas que tienen climas estables son más felices que aquellas cuyo clima es cambiante, con diferencias importantes entre las estaciones secas y las lluviosas. Además, el factor climático también está muy relacionado con la presencia de enfermedades infecciosas y patogénicas, que influyen negativamente en la salud de los ciudadanos y, con ello, en su felicidad.
En definitiva, todos sabemos que no solo de dinero vive el hombre y, por ello, que las condiciones económicas de un país no marcan su felicidad. Sin embargo, quizá no es tan intuitivo el papel del clima y, sobre todo, el de la genética en la sensación de bienestar. El problema es que (de momento) no podemos elegir tener este o aquél alelo génico. Aún así, intentemos exprimir al máximo todo el potencial de nuestro cerebro para tener una vida plena y feliz.
Vía | Springer.
Fuente | Journal of Happiness Studies.
Imagen | A Genetic Component to National Differences in Happiness