Es un hecho, que tras repetir varias veces alguna experiencia, ya sea ver una película, jugar a un videojuego, o comer en un restaurante, lleguemos a cansarnos. Lo que conocemos como rutina no solo abarca desde que salimos de casa y vamos al trabajo; afecta en igual manera a las experiencias que tenemos voluntariamente y que decidimos repetir de forma esporádica, ya sea incluyéndolas en nuestro día a día o disfrutándolas el fin de semana.
Personalmente, encuentro una verdadera frustración el llegar a cansarme de algo que hago para despejarme de la semana, por disfrutar y por pura voluntad. Pero existe una solución, o más bien, tres.
1. Reducir la frecuencia en la que disfrutamos de dicha experiencia
Nuestro instinto consumista nos arroja a repetir lo que en un principio conocemos como experiencias positivas, aunque a la larga pueda volverse aburrida o se haga por simple inercia. Un ejemplo muy claro son los seguidores del fútbol. Los hay que asisten de vez en cuándo al estadio para ver a su equipo, y los hay que no se pierden un partida aunque tengan que coger un autobús de 12 horas. Estos últimos debaten la decisión de si hacen eso por diversión o disfrute, o por puro aguante.
Aunque el marketing actual nos lleve a creer que consumir de forma repetida un producto, hay una relación inversa entre frecuencia y disfrute. El fenómeno que controla este proceso es lo que el profesor de psicología George Loewenstein y la profesora Shane Frederck denominarían como adaptación hedónista.
Las personas se acostumbran a cualquier cosa que le evoque una respuesta emocional rápida, ya sea de un objeto o una experiencia, y con el tiempo, esta respuesta emocional se silencia. De esta forma, la adaptación hedónica nos ayudaría a liberarnos de los estímulos que podrían monopolizar nuestra atención, manteniendonos ‘en guardia’ frente a nuevos estímulos.
2. Aceptar los cambios y evitar las distracciones
Diferentes investigaciones han demostrado que otro factor que limita el disfrute de las experiencias es el comportamiento de respuesta rutinaria. Al repetir ciertos patrones, estamos obviando otras fuentes de disfrute que podíamos añadir a la nuestra.
Coger el móvil mientras comemos, beber una botella de cocacola mientras jugamos a un videojuego, o ir siempre por la misma ruta cuando salimos a correr. Todas estas acciones, están reduciendo el disfrute que podemos obtener de la experiencia.
La solución está en evitar estas acciones, o cambiarlas, por ejemplo, recorriendo una ruta nueva, pidiendo un menú distinto al habitual en el restaurante, jugando a otra modalidad en el mismo videojuego, etc.
3. Planificar las experiencias
Uno de mis trucos preferidos para disfrutar al máximo de nuestras experiencias, es el decidir con antelación y preparar en nuestro calendario cuándo va a suceder. Aunque las decisiones impulsivas de última hora parezcan emocionantes, se ha demostrado que se obtiene más satisfacción de una experiencia que ha sido planificada anteriormente que de una que se ha decidido inmediatamente.
En un estudio dirigido por los psicólogos del consumo Stepehn nowlis, Naomi Mandel y Deborah Brown, se demostró este fenómeno al pedir a los participantes que eligieran entre una variedad de chocolates, y observando el grado de satisfacción entre los que tomaron su tiempo para decidirlo y los que lo decidieron inmediatamente. Los resultados mostraron que aquellos que tardaron al menos 30 minutos en elegir obtenían más satisfacción.
Si aplicando estas estrategias sigues sin notar un cambio en la satisfacción que obtienes de alguna experiencia, el verdadero problema está en que experiencia estás intentando exprimir.
Fuente | Adaptación hedónica | Comp. de respuesta | Planificación y satisfacción