El ambiente de un hospital es realmente complicado. No es solo un sitio donde hay enfermos, sino mucho más, pues las emociones están mucho más a flor de piel que en la calle, evidentemente, y es un añadido más a la relación médico-paciente (como bien nos suelen decir en la carrera, “no tratamos enfermedades, tratamos enfermos“). En ocasiones estas emociones llegan a ciertos límites por unas razones u otras, y una de las cosas más incómodas y temidas por decirlo así es tener que lidiar con un paciente enfadado, al menos bajo mi punto de vista. Ni es bonito ni nos gusta que suceda, pero pasa. Hoy comentaremos esas razones.
1. Por dolor
Cuando se está enfermo, uno de los síntomas más comunes suele ser el dolor, y de hecho es el síntoma ejemplo que se suele usar en las facultades de medicina para aprender a hacer la plantilla estándar de preguntas hacia un paciente. Evidentemente, también hay que tratarlo, y es uno de los pilares de muchas enfermedades.
Por otra parte, cuando sentimos dolor es inevitable que surja la ira, sobre todo si este dolor se vuelve crónico. Además, para rizar el rizo, la ira puede agravar el dolor, convirtiendo la situación en un círculo vicioso. Sin embargo su tratamiento es un arma de doble filo, pues recetar analgésicos y antiiflamatorios es algo peligroso, pues tanto el exceso como quedarse corto en su prescripción tiene sus consecuencias. Por tanto es un tema a tratar con cuidado, y controlando el enfado acompañante, totalmente normal por supuesto.
2 . Por miedo y preocupación
Muchas veces comento con mis conocidos la normalidad con la que miro los hospitales, cosa que me hace olvidar que estar dentro de él no es tan normal si eres un paciente, y menos aún si tu enfermedad es medianamente grave. En algunos casos es cosa de un par de días, pero en otros la cosa dura varias semanas, o se complica el mismo día que se supone que te marchas a casa (como le sucedió a una paciente que aún estoy viendo estos días). Todo esto conlleva una serie de emociones negativas, como el miedo y la preocupación, y consecuentemente la ira por la situación.
Obviamente no es posible enfadarte con tu enfermedad, así que la ira acaba desplazándose hacia otro lado, en este caso hacia familiares o trabajadores del hospital. Es otro factor más a tratar, pues la tranquilidad del paciente puede hacer mucho por él y su enfermedad.
3. Por sentir que no te hacen caso
En algunas ocasiones es posible que como paciente sientas que no te están haciendo caso o que no garantizan tu atención. Esto nunca debería pasar, y si pasa es normal sentir ira hacia el entorno médico, ya sea por falta de información (he notado que esto pasa muchísimo más de lo que imaginaba), o porque sus preocupaciones no han sido escuchadas como se debía.
En estos casos la forma de actuar es simple: Por una parte como paciente hay que preguntar siempre lo que no se entienda correctamente, y por otra los profesionales sanitarios deben asegurarse de que ha quedado todo suficientemente claro, y que el paciente se siente seguro e involucrado.
4. Por problemas no identificados o trastornos psiquiátricos
Hay algunos tipos de enfermedades cuyos síntomas provocan que nos sintamos irritados, lo que en consecuencia acaba en ira. Situaciones que asocien ansiedad, nerviosismo o similares, como por ejemplo la retirada de algún fármaco o droga adictivos, o la presencia de enfermedades psiquiátricas (depresión mayor, delirio) que se relacionan con la irritabilidad o la agitación.
En estos casos es importante asegurarse de evaluar correctamente al paciente en cuestión, pues es posible que su ira no surja de forma consciente, sino que sea el síntoma de una enfermedad física o psiquiátrica que debamos atender y controlar.
Conclusión
Como veis, hay muchas situaciones que pueden provocar tensión y/o enfado entre los pacientes y el entorno sanitario. Sin embargo es importante tener estas situaciones en cuenta y controlarlas en la medida de lo posible, mirando más allá de las emociones y pensando que puede haber algo más, o simplemente tratar ambos problemas: Enfermedades y emociones negativas. Si, suena difícil, y lo es, pero tenerlo en cuenta puede ahorrar muchos problemas y aportar más soluciones de las que imaginamos.