En esta web, y en otras de la misma temática, siempre os encontraréis con artículos basados en investigaciones científicas que han sido publicadas en revistas previamente. Sin embargo, es evidente que no encontraréis ejemplares de Nature, Science u otras menos conocidas en la sala de espera de cualquier establecimiento, no es lo más normal, y aún así sus publicaciones y contenidos tienen un impacto en nuestra salud que no seríamos capaces de imaginar. Todos estos trabajos son arduamente revisados antes de publicarse, por lo que no es nada fácil llegar a este tipo de revistas.
La primera de ellas fue Philosophical Transactions, hace 350 años, y aún sigue publicándose junto a muchísimas otras. Hoy hablaremos de 5 de esas investigaciones que revolucionaron la medicina para siempre.
1. James Jurin y la prevención de la viruela
Aunque pronto habrá más, a día de hoy la viruela es la única enfermedad erradicada de la historia. Sin embargo, en el siglo XVIII la viruela era una importante causa de muerte, y la idea de una vacuna como prevención era algo inimaginable, pues el concepto no se entendía y la gente creía que eso les causaría la enfermedad.
La idea de la inoculación mediante una vacuna la trajo a Gran Bretaña en 1721 Lady Mary Wortley Montagu, esposa del embajador británico en Turquía. Pero, como digo, la gente no acababa de confiar en ello.
Así pues, Sir James Jurin, editor de Philosophical Transactions, recogió informes por todo el Reino Unido y publicó su investigación en dicha revista en 1723, demostrando que era mucho más probable morir de viruela que por la vacuna contra la viruela mediante inoculación. Sus resultados también se publicaron en folletos para persuadir al publico del valor del uso de la vacuna.
2. Joseph Lister y la antisepsia en la cirugía
Hoy en día la mayor preocupación de un paciente cuando entra en una operación es la anestesia, pero en el siglo XIX las cosas eran mucho peor: El 50% de las cirugías acababa en muerte, pues por aquel entonces la idea de antisepsia (lavarse las manos) no existía, ni se sabía que era necesario, por lo que las tasas de infección eran grotescamente cuantiosas; aunque los cirujanos creían que se debía a enfermedades transmitidas por el aire y no por sus manos.
Ahí es donde entra Joseph Lister, quien sabía que el ácido carbólico servía para desinfectar aguas residuales. Por ello, en 1867 publicó una investigación en el British Medical Journal, explicando como había usado ácido carbólico para tratar a sus pacientes con fracturas óseas graves, demostrando que dicho ácido podría destruir microorganismos.
Como ocurre muchas veces, su trabajo no fue aceptado de inmediato, pues sus colegas no creían que existiesen las bacterias (no podían verlas), y costó un tiempo aplicar estas medidas antisépticas.
3. Richard Doll, fumar y el cáncer de pulmón
Como ya ocurriese con el alcohol, hubo una época donde fumar se consideraba incluso bueno para la salud (aunque resulte impactante hoy en día). Corrían los años 1940, y los médicos observaron que aumentó dramáticamente el número de muertes por cáncer de pulmón desde el final de la Primera Guerra Mundial, con dos posibles culpables en el punto de mira: La contaminación y el tabaco.
No fue hasta 1950 cuando el estadista Richard Doll, el cual trabajaba en el Consejo de Investigación Médica, publicó un artículo en el British Medical Journal demostrado una asociación real entre el carcinoma de pulmón y el tabaco tras analizar la incidencia de ambos en un gran número de pacientes y comparándolo con un grupo control. Evidentemente, Doll dejó el tabaco, aunque la industria del tabaco aún no ha aceptado los resultados de dicha investigación.
4. Barry Marshall y las úlceras de estómago por bacterias
Aún hoy en día muchos asocian las úlceras de estómago al estrés, la personalidad, el tabaco… pero hace décadas que sabemos que hay algo más, y que los antiácidos no son el único tratamiento que podemos usar.
Los primeros en estudiar nuevas causas fueron Robin Warren y Barry Marshall, a mediados de 1982, cuando identificaron un nuevo culpable: La bacteria Helicobacter pylori, aunque sus compañeros de profesión no lo creían, pues se pensaba que ninguna bacteria era capaz de sobrevivir a las condiciones ácidas del estómago.
Marshall, frustrado, decidió beber un caldo que contenía la bacteria, y como él esperaba, enfermó. Tras 10 días de vómitos y mal aliento, le pidió a un colega que mirara dentro de su estómago con un endoscopio, el cual encontró la bacteria y otros signos de úlceras, demostrando así que este microorganismo es capaz de causar las úlceras de estómago.
El estudio se publicó en junio de 1984 en The Lancet, y Warren y Marshall recibieron el Premio Nobel de Medicina en 2005 por su descubrimiento. Hoy en día este tipo de úlceras se puede curar con diferentes pautas cortas de antibióticos.
5. Frederick Banting, la diabetes y la insulina
En 1922, con apenas 14 años, Leonard Thompson se encontraba en el Hospital de Toronto a causa de su diabetes tipo 1. El único tratamiento por aquel entonces era no consumir azúcar, por lo que el adolescente estaba muy delgado y moribundo. Sin embargo, tuvo la suerte de ser el primer receptor de la insulina sintética artificial, extraída de vacas, a cargo de Frederick Banting. Consiguió vivir otros 13 años gracias a la insulina artificial.
Aunque en aquella época ya se sabía que la diabetes tipo 1 se debía a que el páncreas no funcionaba con normalidad, provocando la acumulación de azúcar (glucosa) en sangre, hasta que llegó Banting y otras investigaciones no había manera de extraer la molécula que hoy en día conocemos como insulina.
Su trabajo se publicó en el Canadian Medical Journal, y tras solo dos meses, se probó el tratamiento por primera vez en Leonard, con cierto éxito, aunque las cosas han mejorado muchísimo hoy en día.
Banting y su colega John McLeod recibieron también un Premio Nobel en Medicina en 1923 por su descubrimiento, salvando millones de vidas desde entonces.
Vía | BBC.