La verdad es que muchos de nosotros no nos damos cuenta pero en realidad estamos cediendo el control y el poder, ¿Como lo hacemos? Hoy lo veremos. Lo cierto es que siempre nos damos cuenta de los resultados, de tener la sensación de frustración, falta de control e impotencia, pero ¿Consideramos de donde viene? o ¿En que hemos podido influir para que ocurriera? Generalmente no.
Lo cierto es que muchas veces inconscientemente invitamos o nos ponemos en la situación para que otros nos controlen:
1. No cuidas de ti mismo.
No cuidar de uno mismo va a hacer que por inercia las personas cercanas que nos quieren asuman ese rol, pues se preocupan, y haciéndolo tomaran control de esa área. Estamos delegando un ejercicio que nos corresponde a nosotros y poniéndonos en el lugar de alguien que no se vale de sí mismo y depende del exterior para estar bien. Además frecuentemente aparecerá otra forma de control que son las críticas por no cuidarte y el decirte que debes ser más responsable, etc…
2. Te rebelas contra la autoridad y las expectativas
Esto es algo difícil de entender de primeras, pero lo cierto es que aquel que se rebela es el que requiere de mayor control por parte de la autoridad. Por ejemplo con diez empleados en una empresa, todos siguen las reglas menos uno, está claro que el resto tendrán más libertad y ese uno estará más controlado y vigilado por la empresa, y se le dará menos responsabilidad y libertad. Ese individuo “odia” la autoridad, pero su conducta la invita a estar aún más encima de él (y no hablo de política me refiero a autoridad en entidades, como la familia, el trabajo, el colegio, etc…). Si lo piensas bien, ¿realmente odias esa autoridad o en realidad deseas un mayor control por parte de ella?
3. No cumples con tus promesas, no acabas las cosas
Cuando nos comprometemos a hacer algo y no lo hacemos lo que va a ocurrir es que el resto de personas nos van a confrontar. Alguien vendrá detrás a exigir que cumplas con tu palabra. Al no hacer lo que habías prometidos estás invitando a otras personas a interceder y tomar el control ellas.
4. Pides ayuda continuamente incluso cuando no la necesitas
Estas delegando demasiado y dando la impresión de que no eres capaz de hacer las cosas. Ello lleva instintivamente al resto a hacerlas por ti, supervisar o controlar. En parte invitas a que te hagan compañía, pero ¿realmente no puedes hacerlo sola/o?, ¿lo has intentado?, proyectar esa imagen de poca valía y baja autosuficiencia, hace que los demás tomen cargo.
5. Nunca te arriesgas
El que no arriesga no gana. Si no estás dispuesto a arriesgarte, cometer errores y ser responsable de ellos, los demás serán los que tomarán el cargo o te relevarán de la tarea. Tener miedo a los fallos es tener miedo a lo inevitable. Es estar atascado sin poder avanzar. Los otros si avanzarán y tomarán cargo de los que no lo hagan. Los errores te permiten aprender, y ese aprendizaje te hace más independiente de los demás. Cuando aprendes una lección ya no necesitarás que otro te la de.
6. No sabes decir NO
De esta manera van a ser las demandas de la vida diaria que te controlen a ti y no a la inversa, siempre vas a depender de lo que te digan los demás que hagas. Si no dices que no cuando deberías, automáticamente has cedido el control y además luego los demás esperan que cumplas con la promesa de hacerlo y empiezan a molestarte con ello. Te ves atrapada en una situación que no querías. Una situación que depende y es controlada por el otro y por sus demandas.
7. Atraes a gente controladora
Puede que sin darte cuenta no te sientas cómoda con gente que espere que tú decidas que hacer y tomes el control, e inconscientemente te sientas mejor, más segura y tranquila con personas que toman el control y las decisiones. Este patrón es difícil de observar, porque muchas veces pensamos que alguien cae bien o mal por quien es, pero lo cierto es que es frecuentemente por lo que destapa en nosotros. Una persona que no nos controle, puede hacer aflorar una inseguridad, y ello, no tiene nada que ver con quien es esa persona sino con quien somos nosotros. Puede que indirectamente estés priorizando o sintiéndote más cómoda con personas decididas, independientes, persistentes, carismáticas, poderosas, y te acerques más a ellas, porque eso transmite seguridad y te es más cómodo.
8. Tienes poca conciencia de tus propios sentimientos
Los sentimientos son una parte importante del proceso de toma de decisiones. Las emociones claras reflejan tus valores y te ofrecen una base firme para afrontar la vida. Si no eres consciente de tus emociones puede que estés confuso y no sepas muy bien cuál es tu lugar, y ello invita a que otros lo decidan.
El ejemplo más claro de como esto nos afecta es cuando por ejemplo alguien nos pide que hagamos algo, esa cosa nos resulta vagamente incomoda pero somos incapaces de indagar más en el porqué o tomar una decisión de que hacer, luego lo que ocurre es que la otra persona al no obtener una clara respuesta simplemente nos “empuja” a hacerlo, al fin y al cabo tampoco hemos dicho que no.
9. No sabes expresar tu opinión
Al ser incapaz de aclararnos sobre si es lo que queremos o no, lo más probablemente es que simplemente lo hagamos y listo. Y así acaba uno haciendo cosas que no quería y arrepintiéndose, y de nuevo esto empuja a los demás a tomar control. Un ejemplo más del día a día, es el “me da igual”: “¿Quieres ir a este sitio? – Me da igual”, que ocurre, que la otra persona decide, “pues si le da igual, vamos”. Y luego estás ahí y en realidad no quieres estar, pero tampoco lo dijiste, tu voz queda silenciada. Este nivel de represión además propicia que sucumbas a la presión, o tomar decisiones en base a los deseos o agenda de otra persona.
Lo que no acabamos de entender es que la libertad es relativa, es decir uno puede ser muy libre decidiendo cumplir las normas, porque es SU decisión. Ser libre no es siempre ir en contra de todos, desobedecer y hacer lo que nos da la gana o al contrario hacer siempre lo que los demás quieren, de hecho un patrón tan inflexible difícilmente puede denotar libertad de elección. La libertad viene de la mano de la responsabilidad, muchas veces esa responsabilidad nos da miedo y nos ocultamos culpando al resto de controlarnos, lo cierto es que asumiendo esa responsabilidad, ganaríamos también el control, pero a veces no interesa asumirla.
Además el control es muy fácil cederlo y perderlo, pero mucho más difícil recuperarlo. Cuando los demás te ven como alguien débil y manipulable o incapaz de tomar el control, tampoco toleraran bien que luego lo reclames de nuevo, si te has pasado mucho tiempo haciendo pensar a los demás que no eres capaz de hacer las cosas solo y que les necesitas, está claro que se resistirán a dejarte tomar responsabilidades, pues les costará creerte capaz, además ello implica que deberán ceder ellos el control y por lo general, controlar a los demás también es algo difícil de dejar.
Rodearnos de gente controladora e inconscientemente ceder el control es una forma de auto-sabotaje, es una situación que nosotros hemos propiciado y desencadenado y de la que luego nos quejamos y nos hace infelices. Puede que de forma no consciente estés enganchado a que te controlen, tal vez tengas miedo de tomar las riendas de tu vida. Puede que te quedes en esa rueda que es quejarse y no hacer nada, a la vez que propicias lo que te ocurre.
Hay gente que se engancha a estar mal o a ser rechazado, cuando son ellos mismos que lo desencadenan, puede que tú estés haciendo lo mismo con ser controlado.
Este artículo pretende iluminar un poco esta realidad, porque solo este insight puede bloquear el circulo vicioso, que funciona porque no eres plenamente consciente de lo que estás haciendo y como te saboteas, una vez seas consciente, seguramente te resultará más difícil permitirte estas conductas.
Fuente: PsychCentral, NLP Center.
Imagen: Devianart.