La depresión es una enfermedad grave y difícil. En un artículo reciente publicado en Psychcentral, el autor reflexiona sobre los errores en el tratamiento de esta afección, además, complicada y muy difícil de manejar. Sin ánimo de que uno no se juzgue por los posibles fallos con respecto al tratamiento, sino con la voluntad de percibir estos errores como una manera de aprender, crecer y mejorar, se presentan cinco creencias o conductas que son ineficaces en el manejo de la depresión, junto con ideas sobre lo que sí que funciona.
1. Autoconvencerse, de forma negativa, de que no hay motivos para estar tan mal. Para esta creencia, el artículo introduce una cita de Lee Coleman, psicólogo clínico y autor de la obra Depression: A Guide for the Newly Diagnosed: “cuando uno está deprimido, es común pensar que no hay una buena razón por la que estemos teniendo problemas para salir de la cama, tratando constantemente de concentrarnos o nos sintamos tan bajos de moral”. Con este pensamiento, se produce un intento de motivación que se basa en la autocrítica o la vergüenza. Por lo tanto, si bien la intención de provocar una automotivación es buena, “el lenguaje de la crítica, la culpa y la vergüenza no es útil y, por lo general, nos hace sentir aún peor.”
Para evitar que estos pensamientos se arraiguen en nuestra cabeza, Coleman sugiere hacer hincapié en la importancia de recordar un hecho clave: la depresión es una enfermedad como cualquier otra, que no sólo afecta al estado de ánimo, sino también a los patrones de sueño, la energía, la motivación e incluso la autopercepción de uno mismo. Hay que ser consciente que salir de una enfermedad requiere un tiempo.
2. No revelar lo que está pasando. La vergüenza es un sentimiento muy común en aquellos que padecen depresión. El mismo Coleman indicaba a Psychcentral que el hecho de sentir que la depresión es un fallo que incide directamente en nuestra esencia, en lo que somos, puede provocar que se trate de esconder lo que está ocurriendo, así como los sentimientos. Esto puede llevar a que los más cercanos se sientan frustrados y confundidos sobre lo que está pasando y, de forma contraproducente, se alejen. No hace falta que se divulguen los detalles, ni tampoco es necesario utilizar explícitamente la palabra depresión, pero sí que es necesario hacer saber lo que uno necesita mientras se está trabajando para la recuperación.
3. Subestimar la depresión: para esta creencia, otro experto, Deborah Serani, psicóloga clínica y autora de los libros Living with Depression y Depression and Your Child, afirma que, si bien muchos afectados parecen darse cuenta de que la depresión tiene un origen médico, otros subestiman cómo ésta puede impactar en su vida personal, social y laboral (la depresión afecta a todas las facetas de la vida de una persona). Tan sólo la comprensión total de cómo esta enfermedad puede afectar globalmente, tanto en términos físicos como psíquicos, permite hacer frente a los síntomas y mantenerse en un tratamiento eficaz.
4. Relajarse con el tratamiento. La sensación de mejora puede provocar una relajación frente al plan de tratamiento: saltarse dosis de medicamentos o sesiones de terapia, por ejemplo. Los pacientes comienzan a preguntarse: “¿por qué tengo que seguir viniendo para la terapia si me siento mejor? Indicios científicos constatan que atenerse al plan de tratamiento y ver la enfermedad como una prioridad puede mejorar los síntomas de forma mucho más rápida. No hacerlo, por el contrario, podría empeorar los síntomas o alargar el proceso de recuperación. Como indica Serani, imaginémonos por un momento que la depresión es una diabetes de tipo 1: ¿ignoraríamos los niveles en sangre durante un día entero? Es muy importante, por lo tanto, comprometerse de forma seria con el tratamiento.
5. No ser autocompasivos. Ser compasivos con nosotros mismos muy importante, y más cuando existe una enfermedad de por medio. Sin embargo, como asegura Coleman, dado que la depresión arroja una luz negativa sobre nuestros pensamientos, es fácil percibir la compasión como lástima por uno mismo. Por el contrario, la autocompasión genuina implica ser honesto con uno mismo y dar respuesta a las necesidades. Significa reconocer que se está luchando y aceptar que se necesitará un tiempo para la recuperación. No estás diciendo que te vayas a sentir mal para toda tu vida ni te estás dando permiso para ello, pero sí que te estás dando tiempo para una recuperación exitosa.
Fuente | Psychcentral