A priori se trata de un concepto fácil de definir: la empatía es la habilidad de ponerse en el lugar de los otros, es decir, tener la habilidad de comprender perspectivas que difieren de las de uno. Si es un sentimiento humano o animal es algo que aún navega en la controversia, como indicaba Marina Parra en una entrada de este mismo blog. Quizás la definición dada quede un poco corta, puesto que es una habilidad esencial a la hora de abrazar las diferencias, construir relaciones desde una perspectiva global, analizar nuestro entorno de una forma más rica y profunda, y comunicarnos de manera más efectiva.
Me gusta el símil que Homa Tavangar, autora del libro Growing up global, ha utilizado en un escrito reciente acerca de la necesidad de incluir la empatía en la educación. La ha definido como si se tratara de un músculo que hay que ejercitar. Así, la empatía no es algo estable e invariable, sino que es una habilidad que puede practicarse y reforzar y, por qué no, incluirse en la educación primaria.
No obstante, la educación tradicional actual no está muy por la labor. En la mayoría de centros, el rendimiento se mide por el éxito académico basado en exámenes estandarizados y la memorización de hechos y cifras. De hecho, hay escuelas a las que les interesa la creación de planes individualizados con alumnos que no llegan a unos mínimos establecidos (no aprueban los exámenes), porque estas “líneas paralelas” no se incluyen en las listas oficiales que califican el éxito de la escuela en concreto.
¿Existen actualmente índices que midan la educación emocional de esas escuelas y aulas? Puede ser que en los términos comentados un centro escolar sea todo un éxito, ¿pero qué hay del ambiente interno?, ¿qué hay de las competencias globales?, ¿qué hay de la empatía?
Investigaciones recientes han dado la razón a Daniel Goleman, quien bautizó a la inteligencia emocional en 1995, respecto a que el cociente intelectual no determina quién va a triunfar o fracasar en la vida. Estos trabajos culminan que el éxito en el trabajo depende un 80% de la inteligencia emocional y un 20% del coeficiente intelectual. A medida que el puesto de trabajo es más exigente y tiene mayor responsabilidad, más se nota la necesidad de una inteligencia emocional elevada.
La realidad es que un entorno empático, como asegura Tavangar, es el verdadero entorno inteligente. Y hace referencia a la cita de un profesor de la Universidad de Berkeley, Vicki Zakrzewski: “La investigación científica está empezando a mostrar que hay una fuerte relación entre el aprendizaje socioemocional y el desarrollo cognitivo y el rendimiento”. El especialista añade que se ha constatado que niños de tan sólo 18 meses muestran compasión, empatía, altruismo, por lo que estas características podrían ser parte de lo que somos. Al mismo tiempo, no obstante, estas habilidades deben ser cultivadas, puesto que el contexto social en el que vivimos puede inhibir su desarrollo.
Argumentos en favor de la empatía
Según Ashoka, organización global, independiente y sin ánimo de lucro que lidera la apuesta por la innovación y el emprendimiento social, existen algunos argumentos en favor de la inclusión de la educación emocional en las escuelas:
1. Puede enseñarse, pero como todo, es algo que requiere práctica, a pesar de que nazcamos con ello, según varias investigaciones. En muchas escuelas ya se están empleando una variedad de técnicas innovadoras diseñadas para cultivar la empatía, desde la literatura y la narrativa hasta el juego y ejercicios diseñados para mejorar las relaciones sociales.
2. Puede medirse: importantes especialistas y psicólogos están creando herramientas para medir la inteligencia emocional, así como la competencia social y emocional en la infancia. No se trata de volver a lo mismo, es decir, a la adicción a las pruebas para evaluar a los estudiantes. Son pruebas que no valoran si una persona es empática o no. Se desempaqueta el término para descomponerlo en comportamientos específicos como la capacidad de toma de perspectiva, la colaboración y el trabajo en equipo, la competencia cultural, la amabilidad, la comunicación efectiva y la escucha activa, entre otros elementos.
3. Fuerte impacto en el ambiente: varios estudios han constatado los beneficios en términos de mejora de habilidades y desempeño en el aula. Entre otras cosas, se ha constatado un incremento de los comportamientos pro-sociales e inclusivos en detrimento del bullying y la violencia, mejora del rendimiento escolar (los alumnos llegan a la escuela más “predispuestos” a aprender y los profesores tienen más tiempo para enseñar), escuelas más seguras, reducción de los comportamientos agresivos e indisciplinados, y menos absentismo escolar.
4. Habilidad esencial para algunas profesiones: la empatía ha sido considerada como una habilidad crítica en profesiones que van desde la medicina, la gestión empresarial y el liderazgo, el servicio al cliente, el diseño y la ingeniería, y la tecnología.
Una iniciativa centrada en la empatía
La empatía, por lo tanto, es muy importante para el desarrollo humano individual y para nuestra capacidad colectiva, para resolver problemas y construir una sociedad más fuerte, como define la página web de ASHOKA ESPAÑA. De hecho, esta entidad (internacional) está trabajando para dar rienda suelta a la demanda de la empatía como una habilidad básica del siglo XXI. En estos momentos están creando la Red de Escuelas Changemakers, una comunidad de colegios que educan a sus alumnos en habilidades como la empatía, el trabajo en equipo, el liderazgo y la resolución de los problemas. En España, este proyecto se va a lanzar en los próximos meses.
Fuente | Edutopía, Ahoka, Educaweb
Imagen | Roy Blumenthal