Seguro que os sonarán de sobra los múltiples juegos de “Brain-Training” o entrenamiento cerebral que muchas videoconsolas intentan colarnos con la excusa de mantener en forma nuestro cerebro o incluso llegar a hacernos más inteligentes. Sobre todo parecen triunfar en videoconsolas portátiles o smartphone pero, realmente, como mucho pueden mantenernos más activos (si no nos interesan otras formas como la literatura, por ejemplo), pero de hacernos más inteligentes nada de nada.
El “mito” de poder hacerse más inteligente mediante juegos lo empezó el investigador sueco Torkel Kliemberg al descubrir que mediante juegos informáticos infantiles destinados a mejorar la memoria de unos niños estos no solo mejoraban la memoria tras semanas de juego, sino también la capacidad intelectual en general. Los juegos consistían en pasar horas memorizando números y patrones de círculos en una cuadrícula, en grupos de cuatro en cuatro. Según este hallazgo, la inteligencia no sería fija (como se creía hasta el momento) sino que podría ser modificable (igual que un músculo cuando se entrena).
Kliemberg parecía haber dado un gran avance, con un nuevo enfoque para ayudar a personas con TDAH, lesiones cerebrales u otras dolencias. Incluso llegó a fundar una empresa, Cogmed, para comercializar sus juegos a nivel mundial, y él mismo goza de un asiento entre los seleccionadores de los ganadores del Premio Nobel de Fisiología y Medicina. Pero, ¿realmente podemos mejorar nuestra inteligencia con este entrenamiento cerebral? La respuesta corta es NO.
Recientemente un par de científicos de Europa han reunido las 23 mejores investigaciones sobre este tema en un gran meta-análisis para resolver esta disyuntiva. La conclusión es que los juegos de entrenamiento cerebral pueden conducir a mejoras en el área entrenada (como la memoria), pero no a otras áreas (como mejorar el cálculo númerico por ejemplo). Jugar a algún juego te hace mejor en dicho juego, pero nada más. Como cualquier cosa en la vida cotidiana, “la práctica hace maestros”. En el “entrenamiento cerebral” es igual, si jugamos mucho a algo, al final somos expertos.
Por su parte, los experimentos de Klingberg y otros posteriores sugerían que la memoria de trabajo podría aumentarse notablemente a través del entrenamiento, igual que si hiciéramos abdominales, y que además dicho entrenamiento beneficiaría a otras áreas en general. En su primer experimento de 2002 entrenó a estudiantes con TDAH con pruebas de memoria de trabajo que poco a poco se hacían más complicadas. Tras varias sesiones, los niños parecían mejorar, y el resultado se repitió en adultos sin TDAH.
Para rizar el rizo, en 2008 la psicóloga Susanne Jaeggi iba más allá. Según ella la memoria de trabajo podría aumentarse y sacar grandes beneficios del entrenamiento. Incluso llegó a afirmar que podía aumentarse el cociente intelectual hasta un punto por cada hora de entrenamiento.
Pero en el último año esta idea de Jaeggi se ha venido al traste tras un estudio de un grupo de psicólogos dirigido por un equipo de Georgia Tech, donde los controles fueron más minuciosos. No se detectó ninguna mejoría de la inteligencia y su estudio fue publicado recientemente.
Y, para dar un nuevo golpe de gracia, el reciente meta-análisis a cargo de Mónica Melby-Lervag, de la Universidad de Olso, afirma que la literatura científica tiende a exagerar los efectos. En definitiva, creen que las afirmaciones de la empresa Cogmed carecen de fundamento científico alguno, y que esto se saque de un gran meta-análisis da mucho que pensar. Como es evidente, Cogmed ha negado las acusaciones, y no parecen estar muy contentos.
La polémica está servida, pero Melby-Lervag opina que esto debía saberse, pues los juegos de entrenamiento cerebral mueven muchísimo dinero en la actualidad y, después de saber esto, parece que también hacen perder mucho tiempo y dan falsas esperanzas a aquellos enfermos que los usan para mejorar, cuando la mejora no existe.
Vía | The New Yorker.