En Medciencia hemos hablado mucho de la ansiedad y también de la ansiedad relacionada con los factores sociales, y lo cierto es que hemos hablado poco de la medicación en estos caso, y esto se debe a un motivo: La farmacología no es el tratamiento adecuado ni el que mejor funciona, es más no hay un tratamiento farmacológico que “cure” la fobia social y la mayoría de los fármacos que se prescriben son para paliar los síntomas causados por la fobia y la ansiedad, por ejemplo los betabloqueantes o las benzodiacepinas. Algunos de estos fármacos incluso están contraindicados ya que solo son una forma más de evitación del problema. El tratamiento recomendado es el psicológico, la terapia, especialmente la de corte cognitivo-conductual, funciona muy bien en estos casos. Cuando hablamos de una fobia social podemos contemplarla como específica (solo se da en una o varias situaciones muy acotadas, por ejemplo hablar en público, pero no se da en otras situaciones), o como generalizada (la fobia aparece o se relaciona con todo tipo de situaciones sociales).
Habiendo mencionado que no hay un tratamiento farmacológico dedicado a este tipo de trastornos y que tenga un alto grado de efectividad los investigadores han decidido abarcar nuevas líneas de investigación al respecto. En concreto ahora hay 3 nuevas líneas que suponen un enfoque nuevo y diferente, aunque claro, todavía en fase experimental y poco avanzados, sin embargo son dignos de mención y suponen una innovación interesante.
¿Serotonina no?
En el pasado muchas investigaciones se han basado en la idea de que la fobia social se relaciona con bajos niveles del neurotransmisor serotonina. Sin embargo un nuevo estudio (que ya os mostramos en Medciencia) publicado en Archives of General Psychiatry muestra exactamente lo contrario: Resulta que los individuos con fobia social producen demasiada serotonina. Cuanta más serotonina se produce más ansiedad se sufre en las situaciones sociales.
Este es un descubrimiento importante ya que muchos protocolos de tratamiento para la ansiedad social implican una combinación de terapia psicológica y antidepresivos (los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o ISRS son los más populares). Así pues, este tipo de investigaciones que encuentran indicios que apuntarían a que este tratamiento podría ser contraproducente pueden suponer un cambio drástico en la medicalización de este trastorno. Por supuesto mucha más investigación es necesaria para poder llevar tales implicaciones pero sin duda los indicios son importantes.
La testosterona:
Ciertas conductas de inhibición (o sumisión), como por ejemplo la falta de contacto visual (evitar la mirada) se creen desempeñan un papel importante en la persistencia del trastorno ya que estas conductas evitativas impiden una correcta exposición con su consecuente extinción del miedo.
En un estudio doble ciego entre-sujetos, se les administro una única inyección de testosterona a un grupo de mujeres diagnosticadas con trastorno de ansiedad social (ninguna de ellas estaba tomando medicación en el momento del estudio). Se monitorizó su movimiento ocular mientras veían rostros enfadados, felices o neutrales.
Los investigadores descubrieron que la testosterona aumenta el número de primeras fijaciones hacia los ojos y disminuye la evitación de la zona ojos incluso para el tipo más evitado, los ojos enojados. Este estudio está en línea con investigaciones que sugieren influencias de la testosterona en los mecanismos sociales automáticos tempranos, la cual tiende a sesgar el cerebro hacia la dominancia. Estos resultados son prometedores y sugieren que, tal vez, la testosterona puede actuar como coadyuvante en las terapias de exposición al aumentar la conducta prosocial en las primeras sesiones.
Éxtasis o MDMA:
En Medciencia os hemos hablado mucho sobre cómo el uso de drogas psicodélicas como herramienta para la terapia de salud mental tiene el potencial de revolucionar el futuro de la psiquiatría y la farmacoterapia.
El primer estudio de todos para el tratamiento de la ansiedad social mediante (MDMA / éxtasis) asistido con terapia fue llevado a cabo en adultos autistas, comenzó en la primavera de 2014 y está todavía en curso.
Respecto al tratamiento de la ansiedad social en general los investigadores del tema postulan que el MDMA puede catalizar un cambio profundo hacia la apertura y la introspección que no va a requerir la administración en curso para lograr beneficios duraderos terapéuticos, es decir, el efecto se extiende más allá del fin del efecto de la dosis administrada. La idea es que mediante la administración de MDMA en sólo una (o varias) ocasiones en el contexto de un protocolo de psicoterapia de apoyo e integradora será otra forma de disminuir los efectos secundarios que vienen de las medicaciones con dosis diaria, como son la mayoría de los medicamentos psiquiátricos.
Este campo también está algo todavía siendo estudiada pero ya está dando resultados muy prometedores que hacen ver gran futuro en esta sustancia como posible base de nuevos métodos farmacéuticos.
Fuente: Brainblogger.