Todo hay que decirlo, hay personas que tienen dotes para la conversación y otras que meten la pata o dan rodeos hasta decir algo verdaderamente importante a la hora de conversar. Pero el truco para ser una persona con la que de gusto conversar, no presenta ninguna complicación. Basta con hablar con ellos, no de ellos ni a ellos.
Esta idea se resume básicamente en establecer unos turnos a la hora de hablar, sin la necesidad de que sean impuestos oralmente, sino que residan ahí como si de una norma moral se tratase.
William James, pionero en el desarrollo de la psicología afirma:
La voluntad más profunda del ser humano, es el deseo de ser apreciado. El problema es que muchas personas están demasiado ocupados apreciándose a si mismos, para apreciar a los demás.
Respeto y aceptación
Lo queramos o no, la mayoría de personas no solo reaccionan a nuestras palabras, sino que responden a diferentes actitudes que muestra el locutor. Agrado, respeto, aprobación, confianza, generosidad, rechazo, disgusto, existen una infinidad de sensaciones que nuestra forma de hablar, o nuestros gesto, dicen de nosotros.
De esta forma podemos llegar a situaciones no deseadas, en las que una persona dice algo cuya repercusión y efecto desconoce, causando una sensación no deseada en el oyente.
¿Cuál es la solución? ¿Cómo podemos acercar nuestras ideas y versiones al resto de personas durante las conversaciones? Pues para ello existen 3 posturas que debemos cuidar en una conversación:
- Declaraciones: hay veces que recurrimos al término ‘hecho’ para referirnos a situaciones que no son más que suposiciones personales. Madrid es la capital de España, eso es un hecho, que utiliza evidencias para denominarse como tal. Sin embargo, muchas personas recurren a maquillar de hechos sus suposiciones en una conversación, reduciendo la posibilidad de intervención por parte del oyente.
- Preguntas: las preguntas son la mejor forma de posibilitar al oyente su intervención en la conversación. Así conseguimos fortalecer el lazo locutor-oyente, además de ofrecernos una visión, solución u opinión alternativa sobre el tema que planteamos.
- Condicionales: también llamados calificadores, formas de expresar nuestro punto de vista, opinión y perspectiva, con el reconocimiento específico que los demás tendrán junto con el derecho de discernir. Unos ejemplos que ponen en práctica esta condición: No sé si le pasa a alguien más, pero a mí la cafeína me sienta fatal por las noches – La cafeína es malisima por las noches. En el primer caso, estás ofreciendo una visión personal del efecto de la cafeína durante el sueño, y estás permitiendo al oyente responder ofreciéndote su punto de vista o experiencia, mientras que en la segunda frase estás lanzando una declaración sobre el hecho, que además de cohibir la intervención del oyente, no está respetando su espacio y punto de vista.
No todo el mundo se detiene a comprobar si cumple estos puntos, y quizás nosotros tampoco lo hagamos. Como consejo, realizad un pequeño experimento, y en la próxima conversación que tengáis esforzaos en asegurar que cumplís cada una de las condiciones descritas anteriormente, y si es así, debatir si el resultado ha sido el esperado.