Mitos de la psicología actual (y III)

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Bueno llegamos a la última parte de esta recopilación de mitos. Podéis encontrar las otras dos aquí: mitos I, mitos II.

Lo cierto es que las palabras hacen mucho daño y en temas de psicología más. La gente habla sin saber y lo cierto es que es muy probable que cuando estéis hablando de temas como los que comento en estos artículos, al menos uno de los presentes tenga o haya tenido algún tipo de problema psicológico, luego aunque no lo diga vuestras palabras pueden estar haciendo mucho daño. Es algo muy asombroso que un tema como este, que afecta a tanta gente, siga tratándose como algo raro, que se estigmatice a las personas que van al psicólogo y que sigan circulando por ahí mitos que no hacen sino volver a estas personas aún más solitarias y aisladas al ver que la sociedad no va a poder comprender nunca su problema, ni ayudarles. Las enfermedades mentales no son contagiosas ni peligrosas, dejemos de hacerles ese vacío, ignorar algo o despreciarlo, no va a hacerlo desaparecer. Al menos intentemos no contribuir a la difuminación de ideas falsas. No seamos parte del motor estigmatizante de la sociedad.

Más mitos:

26- Solo las personas depresivas se suicidan:

Esto es falso. Es cierto que la depresión es uno de los trastornos con mayor tasa de suicidio, pero no el único, también lo son el trastorno de personalidad límite, el bipolar, el consumo de sustancias (por ejemplo el alcoholismo), la esquizofrenia,… De hecho hay un fenómeno algo paradójico que es que el riesgo puede aumentar en depresivos cuando la depresión mejora pues es el momento en que tienen la energía para llevar a cabo los planes. Así mismo hay que tener en cuenta que entre un 5 y un 10 % de los suicidios no tienen causa identificable. También puede llegarse al suicidio por desesperanza o enfermedad medica crónica. Para más información sobre los mitos del suicidio hay un artículo exclusivamente dedicado a ello.

27- Los medicamentos no sirven, solo dejan a la gente “grogui”.

Es cierto que hay medicamentos con efectos secundarios (como somnolencia), pero eso es como dije solo un efecto secundario. Todos los medicamentos que se recetan tienen la función de paliar unos síntomas. Exceptuando por supuesto los que se recetan para dormir o los que buscan relajar mucho a la persona por una grave crisis de ansiedad (en ambos casos medicamentos puntuales, no habituales). La medicación no se da porque al médico le sea más cómodo tener a un paciente sedado, se da porque funciona eliminando unos síntomas o una enfermedad y hay pruebas científicas que lo demuestran. Sí es cierto que desafortunadamente en psiquiatría hay muchos medicamentos que como efecto secundario pueden producir somnolencia, enlentecimiento, problemas de atención y coordinación, etc… Pero también está claro que en estos casos solo se recetan cuando el beneficio es mayor que el perjuicio, por ejemplo para eliminar alucinaciones, para permitir a la persona continuar con su vida diaria, etc… Otra cosa que ocurre es que a veces es difícil encontrar la dosis idónea para la persona (esta es la mínima dosis necesaria para conseguir el efecto terapéutico deseado), esto lleva un tiempo y por ello puede que los efectos secundarios iniciales sean algo mayores al principio. En cualquier caso siempre que se puede y tras la mejora de los síntomas la idea es avanzar hacia una disminución paulatina de la medicación.

28 – Los enfermos mentales no pueden trabajar.

Bien es cierto que se pueden obtener bajas laborales por motivos psicológicos. Pero lo cierto es que no todas las personas con trastornos mentales dejan de trabajar, hay diversos grados de afectación y en cualquier caso la incapacitación suele ser temporal, hasta que comience a hacer efecto el tratamiento y la persona se estabilice. Una persona muy deprimida por ejemplo puede verse forzada a dejar su trabajo o un esquizofrénico por la afectación de los delirios y alucinaciones. Pero una vez superada esa depresión la persona puede reincorporarse. Es decir la incapacitación es temporal (la mayoría de las veces) y ya decimos no ocurre en todos los casos, solo en los de mayor afectación. Pero trastorno mental de por si no implica abandono o incapacidad laboral en absoluto.

29 – Los ingresos en hospitales psiquiátricos aumentan con la luna llena.

Bueno este no parece ni de este siglo, pero es cierto que se oye mucho. Imagino que por lo de “lunáticos…”.

30 – La mayoría de los enfermos mentales son violentos.

Esta idea debemos agradecérsela a las películas y a los medios de comunicación. El porcentaje de personas con trastorno mental que son violentas es muy bajo, de hecho es muy poco habitual. Lo que ocurre es que no van a hacer una noticia de ello. En cambio un esquizofrénico agrede una vez a alguien y ya esta en todos los periódicos y noticias (aunque a lo mejor sea uno de mil). Y como es algo tan impactante todo el mundo lo recuerda. De las cosas buenas casi nunca se hace noticia. Además hay varias películas basadas en esta idea de enfermo mental perturbador y agresivo (que ya digo no representa la realidad en absoluto). Lo cierto es que no tienen por qué ser personas agresivas y si lo son puede que no tenga siempre relación con el trastorno. ¿O es que no hay personas sanas agresivas también? La cuestión es la saliencia de la conducta, que marca al que la oye. Oímos una vez que un enfermo mental fue agresivo y ya generalizamos a todos.

31 – Las personas que reciben tratamiento psicológico son débiles.

Al contrario, pedir ayuda no es fácil, y hay que ser fuerte como para aceptarla. Esta idea lo único que hace es que la gente retrase su visita al psicólogo por miedo al qué dirán (aunque realmente lo necesite) y al final cuando acuden el problema ya es mucho más grave. ¿Es alguien débil por tener anginas e ir al médico? No, pues tampoco debería pensarse esto de los enfermos mentales. Estamos forzando a la gente a pasarlo peor de lo necesario y no recibir la atención que necesitan por ser juiciosos con ellos y acusarles de débiles.

32 – Toda psicoterapia obliga a los pacientes a enfrentarse a traumas de la infancia.

Para nada, de hecho dentro de las diferentes corrientes de la psicología son pocas las que lo abarcan, mayoritariamente las psicodinámicas o psicoanalíticas y las sistémicas (por los antecedentes del sistema familiar). Pero otras como la terapia cognitivo-conductual (la más extendida) no lo tocan en absoluto y se centran más en que mantiene el problema que en que lo causó. Hoy en día pocas veces se entra en la infancia a no ser que el sujeto indique un problema ahí.

33 – La abstinencia es la única meta real en el tratamiento de los alcohólicos.

Como con otras drogas en ocasiones se limita la intervención a la reducción del consumo y no a su desaparición, esto ocurre por ejemplo con los opiáceos (la heroína se sustituye por metadona pues se considera inaccesible un abandono completo). Hay terapias y grupos de tratamiento que buscan que el sujeto aprenda a controlar su conducta sin necesitar eliminarla. Bien es cierto que en cualquier caso ambos tratamientos son difíciles y las tasas de éxito y recaída son altas.

34 – La terapia de electrochoques es brutal y conlleva riesgos físicos.

Esto lo pensamos porque seguimos teniendo la idea de que es como una tortura que se llevaba a cabo en manicomios antiguos, en una especie de torre de piedra del edificio (muy peliculero todo). Lo cierto es que el uso actual difiere bastante del antiguo, y, aunque se limita a casos que no mejoran con otras terapias, con larga evolución y alta afectación, lo cierto es que se han obtenido resultados positivos en su uso en pacientes con manía, depresión severa o incluso esquizofrénicos. Se administra con un sedante y se controlan las convulsiones (que antiguamente eran en ocasiones letales). No podemos decir que no sea arriesgada o invasiva pero es eficaz para casos muy concretos y sin duda no es lo que seguimos pensando que es. Además permite tratar a personas que por su condición no pueden medicarse (por ejemplo embarazadas).

35 – Algunos grupos sociales son más propensos a enfermar mentalmente.

Confundimos la idea de grupo social con otras cosas. Si bien es cierto que el entorno, el aprendizaje y las experiencias influirán en la aparición de un trastorno, esto no quiere decir que se pueda distinguir entre grupos sociales. Los trastornos afectan a todos los grupos y estratos sociales por igual. Lo que influirá será que ese grupo social nos exponga a más eventos precipitantes o riesgos. Pero pertenecer en sí no tiene porque ser un riesgo. Además lo que suele ocurrir es que el trastorno existe ya antes de integrarse en la “tribu urbana” y no a la inversa.

Fuente: mitos.

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