Hace cuatro años me topé con un individuo que vosotr@s no conocéis, pero yo sí. Este curioso ser me enumeró sus defectos con una minuciosidad casi prodigiosa, alegando que lo que más le preocupaba era un “exceso de amor propio” que él catalogaba de “narcisista”. Durante años, etiqueté inconscientemente a este pobre jovencito como un ente egocéntrico incapaz de valorar nada más allá de su propia burbuja individual. Sin embargo, desde hace aproximadamente 1460 días, pensando detenidamente, comprendí que el concepto de “narcisismo” al que hacía referencia el protagonista de nuestro relato distaba mucho del verdadero significado que ofrece el DSM-IV.
El término narcisismo (introducido por Freud, como no, en 1914) debe su nombre al mito de un tal Narciso, que supuestamente era tan guapo que se enamoró de sí mismo.
Básicamente, el narcisismo consiste en eso, pero de una forma exageradísima. En un principio parece incluso inverosímil que una persona pueda albergar semejantes sentimientos por uno mismo, pero se han dado casos que demuestran que es perfectamente posible: de hecho, psicológicamente se cree que juega un papel indispensable en la evolución y conformación del propio carácter, y que todos somos narcisistas en algún momento de nuestras vidas, siendo más propensas aquellas personas anhelantes de admiración por parte de los demás. Aún así, si se da en exceso, el DSM-IV denomina al narcisismo “Trastorno narcisista de la personalidad”, otorgándolo una connotación claramente patológica.
La prevalencia de este trastorno es de aproximadamente un 1-15% de la población mundial, y la mayor parte de los afectados pertenecen al género masculino. Acostumbran a ser personas inseguras, carentes de afecto y refuerzo positivo en sus vidas. Hay dos tipos de narcisismo:
- Narcisismo primario: se da en los primeros meses de vida, y el bebé sólo busca la satisfacción propia, importándole un pepino todo lo ajeno a él.
- Narcisismo secundario: consta de dos vertientes; una relacionada a comportamientos psicóticos, y otra más estable, carente de otro tipo de trastornos mentales.
- Sentimiento de grandiosidad.
- Necesidad patológica de admiración
- Carencia de empatía.