La ética y la moral son dos aspectos que me parecen fundamentales en la personalidad de cualquier individuo. Tener una personalidad fuerte y unas ideas claras, relativamente influenciables (tampoco hace falta no escuchar las opiniones ajenas, porque esto suele ayudarnos bastante) pero claras al fin de al cabo, es muy importante en nuestra vida diaria. Dentro de estas ideas están nuestros principios morales, siempre y cuando no seamos políticos y los vendamos al mejor postor como si fueran camisetas. Pero, ¿nuestro estado de ánimo puede cambiar estos principios morales? Pues, aunque suene extraño, puede que sí.
Pensemos por un momento en el ejemplo que comentan en Scientific American. Imaginemonos al pie de un puente sobre algunas vías de tranvía. A continuación, un tranvía fuera de control se dirige hacía cinco personas inconscientes que se colocan en medio de la vía. A nuestro lado hay un hombre grande, y existe la posibilidad de salvar la vida de esas cinco personas a cambio de empujar al hombre desde el puente hacía el tranvía. Su cuerpo dentendría el tranvía y habríamos salvado a cinco personas de morir a cambio de dejar morir a una.
¿Qué deberíamos hacer? ¿Empujamos al hombre para salvar a las otras cinco personas o nos quedamos mirando y les dejaríamos morir? Independientemente de la opción elegida, la que sea, reflejaría nuestras convicciones morales. Pero, ¿estas convicciones podrían ser influidas por nuestro estado de ánimo de ese momento? En un primer momento pensaremos que no, pero un estudio publicado en Cognition, a cargo de investigadores alemanes, describe otra cosa.
Según dicha investigación, se ha demostrado que el estado de ánimo de las personas puede influir fuertemente en la respuesta a un escenario hipotético de juicio moral como el que os acabo de describir. Al principio del estudio ya se mostró una diferencia entre las decisiones morales personales (como el juicio moral que os he detallado) y las decisiones morales impersonales, como el hecho de quedarnos o devolver el dinero encontrado en una cartera perdida.
Resulta que las áreas cerebrales responsables de procesar la información emocional parecen estar más fuertemente comprometidas al hacer los juicios morales de decisiones personales que las decisiones impersonales. Es decir, las emociones juegan un papel bastante importante en este tipo de escenarios morales hipotéticos, mientras que la parte racional y calculadora está más “apagada”.
Por otra parte, los investigadores diferencian entre dos hipótesis. La primera, el “pensamiento moral”, que vendría a decir que, de la misma forma que nuestra atención puede cambiar nuestra forma de procesamiento mental según la percepción de la situación, el estado de ánimo también podría influir en nuestro procesamiento del pensamiento, dando lugar a diferentes patrones de pensamiento moral.
La segunda hipótesis, la de la “emocion moral”, sugiere que las emociones pueden cambiar directamente como nos sentimos acerca de la elección moral que hemos tomado. Es decir, estar de buen humor podría hacernos sentir mejor (o peor) sobre nuestra decisión, y por lo tanto hacer más (o menos) probable que nos dispongamos a dar el empujón al hombre.
Para comprobar estas dos hipótesis, a falta de una prueba de neuroimagen adecuada, se influyo en el estado de ánimo de los participantes en este estudio. Se les dispuso en dos tipos de música diferentes para alterar su estado, unos tenían un ánimo positivo y otros negativo. Posteriormente, se les plantearon preguntas. A algunos se les preguntó “¿Crees que es apropiado ser activo y empujar al hombre?”; mientras que a otros se les planteó otra pregunta, “¿Crees que es apropiado ser pasiv@ y no empujar al hombre?”.
Los participantes con buen estado de ánimo estaban más inclinados a aceptar la pregunta, dependiendo de la forma en que estaba hecha. Es decir, si se les preguntaba por ser activo y empujar, tendían a decir que si. Y si se les hacía la pregunta de si estaba bien o no empujar, eran más propensos a no empujar. De la misma forma se encontró un patrón opuesto en los que tenían un estado de ánimo negativo. Es decir, la forma de hacer la pregunta, junto al estado de ánimo del participante, acababan influyendo en la respuesta.
Por tanto, según los investigadores, si el estado de ánimo tuviera el poder de influir el solo en la decisión moral (hipótesis de la “emoción moral”), la forma de plantear la pregunta debería dar lo mismo, pero no fue así. Por tanto, la hipótesis del “pensamiento moral” cuadra más con el estudio.
Aún así, estos resultados plantean aún más preguntas, como el hecho de que la lógica y las emociones suelen ser procesos competitivos. Pero estos resultados plantean que no es así, sino que ambas, lógica y emoción, interactúan entre si y trabajan de forma estrecha para acabar determinando nuestro comportamiento.
En definitiva, según esta investigación, nuestros principios morales pueden cambiar “fácilmente” solo con cambiar nuestro estado de ánimo y la forma de plantear el juicio moral, aunque pueden existir miles de factores implicados en nuestra vida diaria que podrían alterar nuestras decisiones.
Vía | Scientific American.