Según publica Scientific American, los microorganismos que habitan en nuestros intestinos pueden influir sobre nuestros pensamientos y nuestro humor.
El simple hecho de pensar en parásitos alimentándose de nosotros o pensar en los millones de bacterias que habitan nuestro cuerpo puede que nos provoque una sensación de angustia. En nuestra mente surgen imágenes de todo tipo sobre seres con forma de insecto o de alien que se comen nuestras entrañas. Espero que no hayan visto nunca una tenia bajo una lupa y pensar que “eso” ha estado anclado a nuestras tripas durante meses (en las personas que lo hayan padecido, claro está). Estas imágenes propias de nuestras peores pesadillas o de película de ciencia ficción no están tan alejadas de la realidad, el mundo real está repleto de estos ejemplos.
En la fotografía podemos ver a Toxoplasma gondii. Este protozoo parásito causante de la toxoplasmosis puede tener varios hospedadores antes de alojarse en el gato o el humano como hospedador definitivo. Cuando el parásito infecta a un ratón, éste pierde el miedo por el gato, exponiéndose más. De este modo tiene más posibilidades de que el gato cace al ratón y así quedar infectado para que pueda completar su ciclo vital. La toxoplasmosis tiene una incidencia de 13.000 casos al año en EEUU, por contacto con heces de gato contaminadas o por carne cruda o mal cocinada. Es una enfermedad leve en la mayoría de las personas pero puede resultar fatal en fetos y personas inmunodeprimidas.
Género Cordyceps, un hongo parásito que puede crecer en el cerebro de un insecto. El hongo puede “obligar” a una hormiga a escalar un árbol hasta lo más alto antes de que se haya comido su cerebro al completo. Después de que el insecto muere, surge el cuerpo fructífero (seta) del hongo, y así puede dispersar sus esporas desde lo alto, acaparando el máximo terreno posible.
Al igual que estos dos organismos influyen sobre el comportamiento de sus hospedadores, ¿qué es lo que pueden hacer nuestras bacterias o nuestros virus sobre nosotros? Es una cuestión que actualmente está en estudio pero se sabe que las bacterias y los virus que habitan en nuestro intestino producen compuestos que pueden interactuar con nuestro sistema nervioso de manera que parecen afectar a nuestras respuestas de ansiedad y estrés. Los primeros ensayos clínicos sugieren que los remedios bacterianos, tales como los suplementos probióticos, pueden ser útiles en el tratamiento de varios tipos de trastornos psicológicos. Con el tiempo, las evaluaciones individuales de las comunidades microbianas del intestino podrían permitir a los médicos e investigadores adaptar los tratamientos para los trastornos mentales.
Otro ejemplo más de que el mundo microbiano está aún por descubrir y seguro nos aportará muchas respuestas.
Fuente: Scientific American, Brock (Ed. Pearson, 2009).