¿Pensar mucho quema más calorías? – Omicrono

Durante las épocas de exámenes, u oposiciones, o cualquier momento que imaginéis que requiera un extra de “energía mental”, es típico escuchar que es necesario comer bien, sobre todo azúcares, para que nuestro cerebro este bien nutrido. El concepto de que nuestro se alimenta de glucosa (el azúcar más conocido) ya forma parte de la cultura popular, y de ahí la buena publicidad de las bebidas energéticas, de las cuales ya os hablé hace poco y os dije todos los contras que pueden llegar a tener. Pero hoy estamos aquí para desmentir otro mito, así que empecemos.

Según nos cuentan en Scientific American, pensar un poco más de lo normal, como por ejemplo en un examen o durante ejercicios mentales, no exigiría mucha más energía de lo habitual, a diferencia del ejercicio físico donde si es necesaria una dosis extra de energía.

Aunque el “agotamiento mental” es muy común y pensar más de lo normal y con una concentración extra requiere, por lógica, más energía de la normal, el cerebro no requeriría mucha más energía de la que utiliza normalmente, ya que es un órgano que consume una cantidad ingente de energía de forma natural. Parece ser que la fatiga física que sentimos tras un período de pensamiento excesivo se debería, nada más y nada menos, que al simple hecho de pensar que hemos hecho un gran esfuerzo. Solo con que nuestra mente piense que tenemos que estar cansados, lo estaremos, y la “culpa” será del esfuerzo mental extra. Curioso, ¿verdad?

Como much@s ya sabréis, el cerebro pesa de promedio unos 1,4 kg, que viene a ser un 2% del peso corporal total. Sin embargo, ¡gasta el 20% del total de nuestras calorías en reposo! Impresionante para un órgano tan pequeño. Veamos algunos datos numéricos:

  • El gasto de calorías promedio de una persona normal serían 1.300 Kcal (kilocalorías) en 24 horas, unas 54,16 kcal cada hora y unos 15,04 calorías (que no Kcal) por segundo).
  • Estas 15,04 calorías equivalen, energéticamente, a unos 63 vatios.
  • El cerebro consume 260 de estas 1.300 calorías, generalmente. Esto son 10,8 calorías por cada hora, o 0,18 por minuto. En energía, serían unos 12,6 vatios. Esto solo el cerebro.

Así pues, el cerebro solo necesita alrededor de 12 vatios para funcionar, una quinta parte de lo que necesita una bombilla estándar (de 60 vatios). Es más, la supercomputadora IBM Watson, que derrotó a Jeopardyl, depende de 90 IBM Power con 750 servidores. Cada uno de estos ordenadores, por separado, requieren alrededor de 1000 vatios. Es decir, solo un ordenador de IBM ya requiere casi 100 veces más energía que un cerebro humano para funcionar, imaginaos los 90.

Como ya he dicho al empezar este artículo, los estudios sobre la elevación de glucosa durante mayor actividad mental son un poco contradictorios. Según Claude Messier, de la Universidad de Ottawa:

“En teoría, sí, una tarea mental más difícil requiere más energía, porque hay más actividad neuronal, pero cuando la gente lleve a cabo una tarea mental no verá un gran aumento del consumo de glucosa en forma de un porcentaje significativo de la tasa global. El nivel de base es ya de por si un montón de energía, incluso en sueño de ondas lentas, con muy poca actividad, todavía hay un nivel básico de consumo elevado de glucosa”

El cerebro es el único órgano que requiere tanta energía de forma básica, manteniendo siempre estas concentraciones adecuadas para abastecer a las miles de millones de neuronas, incluso cuando no están funcionando o mandando señales. Es un mantenimiento costoso y continuo, pero necesario.

Por ejemplo, también podemos hablar de los estudios realizados por Robert Kurzban, de la Universidad de Pennsylvania. Según los resultados de Kurzban, los niños que caminaron durante 20 minutos en una cinta tenían una mejor capacidad en una prueba académica que los niños que leen en voz baja antes del examen. Si la disponibilidad de glucosa fuera tan importante, sería ilógico tener este resultado, pues al hacer ejercicio se reduciría la glucosa disponible en sangre, y deberían ser mejores los niños que estaban en reposo solo leyendo. Así pues, también se desprende de estos resultados que la glucosa que llega al cerebro está en un nivel y cantidad constante, sin apenas alteraciones, por mucho que pensemos.

Esto son solo algunos ejemplos de estudios que desmontan este mito, pero podríamos hablar de muchos más, aunque creo que ha quedado bastante claro que nuestro cerebro es un órgano especial, con un consumo energético específico y constante, algo necesario, como vemos cada día.

Vía: Scientific American.

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