Según una investigación reciente, aquellas personas con una variación genética previamente conocida podrían estar predispuestas a percibir los acontecimientos emocionales (especialmente los negativos) con mayor intensidad que otros individuos. En otras palabras, que tener una visión más negra de las cosas podría tener una base genética. Los nuevos hallazgos se han publicado en la revista Psychological Science.
Según los investigadores, de la University of British Columbia, se trata del primer estudio que ha tratado de averiguar cómo esta variación genética puede afectar significativamente a cómo las personas ven y experimentan el mundo.
Por supuesto, no sólo los genes influyen en que alguien se centre en lo negativo de todo aquello que le pasa. También los factores ambientales (educación, cultura, experiencias a lo largo de la vida y estados de ánimo) juegan un papel importante. No obstante, la relación entre los genes y las actitudes indican que esta variante genética podría desempeñar algún papel en la predisposición de la gente a ver la vida de forma más pesimista.
El gen que lo ve todo negro
El gen involucrado es ADRA2b, cuya variante influye en la hormona y neurotransmisor noradrenalina. Este mismo gen se había relacionado anteriormente con su papel en la formación de las memorias emocionales. El nuevo estudio muestra que la dicha variante también juega un papel en la percepción en tiempo real.
El trabajo se realizó en 200 participantes. Se les hizo escuchar, sucesivamente, palabras positivas, negativas y neutrales. Los participantes con la variante genética en ADRA2b fueron más propensos a notar y sentir de forma más intensa las palabras negativas.
Esta visión de la vida puede traducirse, por ejemplo, en el hecho de centrarse, cuando se vislumbra un paisaje agreste, en los peligros potenciales (lugares en los que podría caer, rocas que pueden desprenderse…) en lugar de en la belleza natural del lugar.
Los investigadores pretenden ir más allá e investigar este fenómeno en todos los grupos étnicos. El hecho es que se cree que más de la mitad de los caucásicos tienen la variante genética ADRA2b, mientras que las estadísticas sugieren que ésta es mucho menos frecuente en otros grupos étnicos. Por ejemplo, un estudio reciente encontró que sólo el 10% de los ruandeses presentaban la variante.
Optimismo frente a pesimismo
No es la primera vez que relacionan genética con una cierta manera pesimista de ver la vida. Recientemente, el profesor Tim Spector, del hospital St. Thomas de Londres, trató de resolver estas incógnitas a través del estudio de dos hermanas gemelas, Debbie y Trudi (además de otros pares de gemelos), una con un talante más alegre y la otra que suele sufrir ataques de depresión profunda. Las conclusiones indicaron que efectivamente existe una relación con la genética: Spector identificó 5 genes que están activos en una gemela y no en la otra.
Otro estudio (investigadores de la Universidad McGill de Canada) ha revelado también cambios genéticos que podrían predisponer a una cierta visión de la vida provocados por la carencia de amor materno.
Bien por factores genéticos, bien por factores ambientales, pensar que las cosas siempre van a salir mal provoca un aumento del estrés y de la ansiedad. Y es más que un simple estado de ánimo. Está fuertemente conectado con nuestra salud.
En un estudio que comenzó en 1975, los científicos preguntaron a más de 1.000 habitantes de la ciudad de Oxford, Ohio, acerca de puestos de trabajo, la salud, la familia y su actitud ante el envejecimiento. Décadas más tarde, los investigadores, de la Universidad de Yale, observaron cómo habían evolucionado todas aquellas personas. Al buscar en los registros de mortalidad, se detectó que aquellos que habían mostrado sentimientos más optimistas acerca del envejecimiento habían vivido, de media, alrededor de 7,5 años más que los que tuvieron una visión más negativa de la situación. Fue un hallazgo sorprendente que, además, tuvo en cuenta otras explicaciones posibles, como el hecho de que las personas que eran más pesimistas podrían haber tenido la influencia de enfermedad previa o depresión.
Por otro lado, cada vez hay más evidencias de que una visión optimista de la vida beneficia a nuestra salud. En un estudio reciente llevado a cabo por investigadores de la Universidad Carnegie Mellon (Pensilvania) y publicado Health Psychology se asegura que en las personas más optimistas, el cortisol (la hormona que controla el estrés) tiende a ser más estable (los niveles excesivos de estrés nos enferman, nos deprimen y pueden afectar de forma negativa a nuestro cerebro). También en 2012, un grupo de científicos de la Universidad de Michigan halló que el optimismo también previene los accidentes cerebrovasculares. También publicamos en Medciencia como ser optimista puede ayudarnos a afrontar estados de enfemedad.
Fuente | APS
Imagen | Gloria García