Seguro que no soy el único al que, cuando se ducha, le entra un irrefrenable impulso que le obliga a ponerse a cantar como en ningún otro momento del día. Y seguro que tampoco soy el único que piensa “¡Oye, pues no canto tan mal!” ¿Cómo es posible que cuando termine de ducharme, la gente tenga que taparse los oídos para no escucharme? Lo creáis o no, no es casualidad… ¡es física!
Cuando estamos en la ducha, hay tres factores que hacen que podamos oírnos mucho mejor y tengamos la sensación de que cantamos bien:
Volumen
Las superficies planas y sin irregularidades, como las de los azulejos que tienen la mayor parte de los cuartos de baño, no absorben apenas el sonido, sino todo lo contrario: este rebota en las paredes, manteniéndose en el aire durante mucho tiempo hasta que se atenúa. Esto hace que, como toda la energía sonora se concentra en un espacio pequeño, nos dé la impresión de que nuestra voz tenga mucha más potencia.
Reverberación
La reverberación es un fenómeno producido por la reflexión del sonido en cualquier tipo de obstáculo. Cuando recibimos un sonido, este nos llega a través de dos vías: el sonido directo y el que se ha reflejado en alguna superficie. Si bien es malo que haya una diferencia demasiado larga entre uno y otro (pues se forma lo que conocemos como eco, bastante molesto si estás cantando), en espacios muy pequeños estas dos frentes de ondas están tan cercanos que lo que se consigue es un efecto que nos da la impresión de que la voz se queda más tiempo en el aire, produciendo un sonido más completo.
Como habréis supuesto, el poco espacio que hay en la ducha hace que se produzca una buena reverberación, colaborando así a mejorar el sonido que percibimos de nuestra voz.
Graves
Las duchas, especialmente si tienen base cuadrada, funcionan como una cavidad de resonancia, lo que significa que ciertas frecuencias (llamadas frecuencias de resonancia) se amplifican de forma natural en su interior.
En el caso de las duchas, estas frecuencias suelen estar los 100-300 Hz. Teniendo en cuenta que la frecuencia de la voz humana oscila entre los 80 y los 10.000 Hz, es fácil llegar a la conclusión de que estas frecuencias son de las más graves de podemos emitir. El hecho de que estas se oigan más fuertes tapa las notas más agudas, que son en las que más nos equivocamos y donde más nos cuesta llegar.
¿Sorprendidos? Desde luego, la física guarda más secretos de los que podemos averiguar a simple vista. Lo único que sé es que, sea por física o no, yo voy a seguir cantando en la ducha y admirando lo bien que suena mi voz. Aunque sepa que no es gracias a mí.
Fuente: Exploratorium.edu