La nostalgia, lejos de ser un sentimiento infructuoso, puede conllevar más beneficios de los que la mayoría podríamos imaginar. De hecho en su momento comentamos el hecho de que nos gusta escuchar música triste cuando nos sentimos decaídos, por el simple hecho de que en el fondo no buscamos animarnos, sino todo lo contrario (aunque suene ilógico). Esto se debe a que inconscientemente, intentamos recordar esa situación que nos ha puesto tristes: La pérdida de un ser querido, ese lugar en el que vivimos y ahora echamos de menos… Pero la música no es el único método, sino también fotografías, quedar con antiguos amig@s, etc. Es lo que podríamos denominar “tristeza dulce”, un oximoron con todo el sentido del mundo.
La nostalgia, un mal necesario
La palabra nostalgia existe desde finales del 1600, acuñada por médicos suizos para dar un nombre a ese sentimiento que se producía entre los soldados. Hoy en día sabemos que es un sentimiento que abarca algo más que lo que sentían dichos combatientes, y que si se tiene una nostalgia excesiva el asunto puede volverse empalagoso. Pero, ¿por qué es bueno sentirla?
Según una serie de investigaciones a cargo del psicólogo Constantine Sedikides nos sugieren que la nostalgia sería un recuerdo de nuestra mente para conectar con otras personas y eventos, para hacernos seguir hacía delante con menos miedo y más animo. Esta explicación se basaría en la llamada Teoría de Gestión del Terror (TMT), la cual postula que una necesidad psicológica primaria del ser humano es hacer frente a la inevitable muerte. Es una teoría que encuentra sus raíces en la tradición psicoanalítica de Sigmund Freud, haciéndola un poco diferente de otras muchas teorías psicológicas modernas basadas en una inspiración, digamos, poco creíble (como el hecho de considerar la mente como un ordenador).
Las pruebas de la Teoría de Gestión del Terror
Por otra parte, en una serie de experimentos de 2008, se usó un método estándar para comprobar la Teoría de Gestión del Terror: Se pidió a los participantes que pensaran en su propia muerte mediante frases del estilo “Describa brevemente las emociones que suscitan en usted la idea de su propia muerte”. Mientras tanto, a un grupo control se le pidió pensar en el dolor dental (desagradable, pero no existencialmente amenazante).
La TMT sugiere que una respuesta normal delante del pensamiento de la muerte es aferrarse con más fuerza a la idea de la vida. Por ello, posteriormente se pidió a los participantes que valoraran su acuerdo o desacuerdo frente a afirmaciones como “La vida no tiene sentido ni propósito“, o “todos los esfuerzos de la vida son inútiles y absurdos“. Gracias a las diferentes respuestas, se colocó a los participantes en una escala del significado que tenía la vida para ellos.
Las respuestas fueron influenciadas según la propensión de los participantes a la nostalgia. Los investigadores detectaron que los participantes que encontraban un menor sentido a la vida también eran los que sentían menos nostalgia o eran menos propensos a ello. Por su parte, los participantes que eran más propensos a sentir nostalgia se mostraban menos afectados por los pensamientos negativos sobre la muerte (calificaban su vida como altamente significativa, de forma similar al grupo control).
Así pues, como veis, la explicación del mal necesario de sentir nostalgia se explica fácilmente: La nostalgia no implica debilidad o indulgencia, sino que es una parte vital de la salud mental, ya que actúa afianzando una serie de emociones positivas en la memoria y nos impulsa a aprovechar continuamente nuestra vida cotidiana, reforzando nuestros sentimintos.
Vía | MindHacks.