¿Por qué la Adicción al Trabajo no para de crecer?

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Un estudio de finales de 2012 llevado a cabo por investigadores de la Universitat Politècnica de València, la Universitat Jaume I de Castelló y la Universidad del País Vasco indicaba que el porcentaje de adictos al trabajo en España es hoy de un 4,6%, pero que en poco más de 3 años esta cifra podría alcanzar el 11,8% de los trabajadores. Los investigadores reclamaron la necesidad de poner en marcha medidas de cara a evitar el contagio de la que está considerada como una de las psicopatologías sociales de este siglo, así como de promocionar una cultura empresarial que permita aumentar la capacidad de los trabajadores para sobreponerse a contextos de dolor emocional, traumas o el miedo a perder el empleo.

Científicos de la Universidad de Florida han llegado a conclusiones parecidas con un estudio reciente. En el trabajo incluyen, además, recursos a los ejecutivos sobre cómo ayudar a los empleados a mantenerse saludables y eficaces en el trabajo.

Dos son los motivos por los cuales se dice que el número de personas con “adicción al trabajo” está aumentando de forma demasiado importante: la creciente presión a la que es sometido el trabajador y los canales de información disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana y los 365 días al año. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 8% de la población activa dedica más de 12 horas al día a su profesión para huir de los problemas personales.

Las dos premisas que definen al trastorno son trabajar excesivamente y compulsivamente con el fin de reducir la ansiedad y los sentimientos de culpa que se tienen cuando no están trabajando. Según los expertos, trabajar más de 50 horas por semana puede ser un factor determinante en la adicción. En la mayor parte de los casos, esta extrema dedicación se alarga fuera de las horas de trabajo, los fines de semana y festivos. La compulsión por el trabajo se caracteriza por una incapacidad para delegar. La implicación laboral desproporcionada indica que la autoestima del trabajador está muy determinada por el trabajo (“me quieren por lo que hago, no por lo que soy”), lo que provoca un empeoramiento de la vida cotidiana.

Y es algo que concierne a todos. Varios trabajos han constatado ya que un buen ambiente laboral se asocia con una vida familiar mucho mejor. Y estar rodeado de adictos al trabajo no favorece precisamente un buen ambiente. Y es una cuestión de pura matemática: quien trabaja 24 horas puede hacer más trabajo que aquél que respeta escrupulosamente el horario laboral. Y esto puede generar recelos y mal ambiente con el vecino. En España es una práctica habitual el vanagloriarse de trabajar muchas horas. En otro país, como por ejemplo Alemania, el jefe se preguntaría: ¿es realmente eficaz este trabajador, que necesita tantas horas para hacer su trabajo? Lo que en unos países se vive como un compromiso con el trabajo, en otros, quizás más racionales, lo perciben como algo muy negativo. Estudios varios constatan que este pensamiento más racional estaría mejor encaminado.

La ayuda puede venir de arriba

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Entre algunos de los factores de riesgo que pueden llevar a la adicción al trabajo figuran el financiero, las presiones familiares y sociales, el miedo a perder el empleo, la competencia en el mercado laboral, la necesidad de lograr un nivel deseado de éxito, el miedo arrogante, jefes demasiado exigentes o falta de afecto personal.

Los adictos al trabajo tienden a vivir en los extremos, con una gran satisfacción en el trabajo y altos niveles de creatividad por un lado y altos niveles de frustración y agotamiento por el otro. Se ha evidenciado en varios trabajos la relación entre la adicción al trabajo y el bienestar psicosocial (la salud percibida y la felicidad).

En la investigación norteamericana, los científicos estudiaron a más de 400 empleados de varias profesiones y en posiciones administrativas, de los cuales un 60% se identificó como adicto. Informaron que esta adicción les proporcionaba consecuencias profesionales tanto positivas como negativas. Por ejemplo, afirmaron esforzarse más en el trabajo que otras personas, pero también reconocieron experimentar más tensión. También estaban más predispuestos a ayudar a los demás, aunque también eran más propensos a sentir que los compañeros de trabajo se sentían con derecho a pedirles lo que quisieran.

Los investigadores han detectado que los extremos de adicción al trabajo generan, por lo tanto, sufrimiento tanto en el trabajador como en la empresa. En una segunda parte de la investigación, los que se autodefinieron como adictos al trabajo se dividieron entre aquellos que con acceso a diversos recursos de ayuda, tales como personal especializado, descanso y apoyo social en el trabajo, y los que no lo recibieron. Los resultados mostraron, de forma bastante clara, que la ayuda desde la empresa puede ayudar a que estas personas se sientan mucho mejor: el 40% de los adictos con acceso a los recursos presentaron un mayor índice de satisfacción laboral, un 33% menos de  agotamiento, un 30% menos a la hora de excluir a los demás en el trabajo, un 25% más de cumplimiento real con el trabajo y un 20% menos de frustración.

Con todo, los investigadores indican que, dada la imposibilidad actual de matar la adicción al trabajo en los próximos años por las razones que ya hemos comentado, existe la importante necesidad de guiar los esfuerzos de estos trabajadores hacia direcciones positivas. Para ello, es importante que los líderes y los ejecutivos determinen qué recursos físicos y sociales son necesarios para después permitir el acceso a estos recursos de manera justa y razonable.

Por otro lado, parece evidente que los gerentes deberían tener expectativas más realistas. Demasiado a menudo, los adictos al trabajo son los empleados más productivos de la empresa, a los que el jefe siempre confía los trabajos importantes con plazos muy cortos. A pesar de su elevado valor como trabajadores, muchos ejecutivos tienden a presionarles y tratarles mal, prometiendo futuras oportunidades de ascenso que en muchos casos nunca llegan. Es esencial tener expectativas realistas que tengan en cuenta tanto el trabajo como la persona que realiza el trabajo.

Fuente | PsychCentral

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