Estas lágrimas vienen del llamado aparato lacrimal, y se producen sin irritar las estructuras oculares. La causa es una conexión neuronal entre el conducto lacrimal y las áreas del cerebro relacionadas con las emociones.
Las lágrimas que producimos cuando lloramos difieren de otro tipo de lágrimas, ya que contienen niveles más altos de hormonas como prolactina, así como potasio y manganeso. Hay quien piensa que lloramos para deshacernos del exceso de estas sustancias, así como toxinas.
Por otro lado, se ha descrito otra razón que justifica por qué se puede llegar a llorar en casos de ira: un estudio ha sugerido que las lágrimas nublan la visión, de modo que las conductas agresivas o defensivas se ven dificultadas, haciéndonos parecer, al mismo tiempo, más vulnerables y sensibles (lo cual puede despertar la compasión por parte del prójimo).
Otra posibilidad se remonta a la era prehistórica, en la que se dependía mucho del fuego. Cuando los humanos fallecían, sus familiares y amigos quemaban el cadáver, y el humo hacía que sus ojos lagrimeasen. Con el tiempo, se cree que pudo haberse creado una fuerte asociación de estas lágrimas con la pérdida de un ser querido y, por consiguiente, de la pena.
En cuanto a la frecuencia con la que se llora, no hay apenas diferencias entre los niños, pero en los adultos, los hombres lloran aproximadamente una vez al mes, y las mujeres al menos cinco.
Hay varios trastornos relacionados con el llanto (no se me ocurría otra palabra que no fuera “llorar”, era o esa, o “berrear”), entre los cuales destacamos:
- Disautonomía familiar: puede haber ausencia de lágrimas emocionales.
- Risa y llanto patológicos: los pacientes no pueden controlar ni sus ataques de risa ni sus ganas de llorar.
Hay quien piensa que los humanos somos los únicos capaces de llorar cuando estamos tristes, etc. pero se ha demostrado que otros animales como los elefantes también derraman lágrimas cuando fallece uno de los suyos.