Es completamente normal que los niños experimenten con la mentira, a partir de una edad temprana – a veces cuando sólo tienen dos años – y siguen haciéndolo hasta la edad de 12 años, la edad en la que más mienten, según diversos estudios realizados por el investigador canadiense Kang Lee.
Algunas mentiras son “saludables” – ponen en funcionamiento su imaginación, como una mentira a los cuatro años de edad, acerca de su osito de peluche diciéndole un secreto. Otras mentiras son “mentiras blancas”, se dicen para beneficiar a otro o para no herir los sentimientos de alguien, y que tienden a comenzar alrededor de los seis años. Sin embargo, la mayoría de las mentiras que dicen los niños son más egoístas, utilizadas para evitar problemas o castigos, ser mejor vistos a ojos de los demás o conseguir algo.
Puede que mientan al decir que otra persona ha tirado zumo en la alfombra, cuando han sido ellos. Luego están los niños que dicen mentiras simplemente por diversión. Por ejemplo insistiendo en que dos más dos son cinco.
Curiosamente, existen estudios que sugieren que los niños con las mejores habilidades cognitivas tienden a mentir más, dado que mentir requiere mantener la verdad en tu cabeza y además manipular esa información. La habilidad para mentir con éxito requiere aún más razonamiento, por ello, el dominio de la mentira en los niños ha sido relacionado con buenas habilidades sociales en la adolescencia.
Pero desde luego, esto no quiere decir que tales mentiras deban simplemente pasarse por alto. Es importante inculcar en los niños el valor de la honestidad, y evitar que estas mentiras se conviertan en algo frecuente y constante. El primer paso para encontrar la manera de hacer frente a una mentira es considerar por qué tu hijo la está diciendo. ¿El niño trata de evitar problemas?¿Es lo suficientemente mayor para comprender que mentir es malo?
En caso de que no entienda del todo por qué está mal mentir, en lugar de amenazarlo con castigos, debemos educarle sobre el valor de las cosas. Debemos señalar suavemente que sabemos que él sabe más de lo que nos está contando y agradecerle y alabarle si al final nos dice la verdad. Esto puede fomentar una mayor búsqueda de la verdad en el futuro.
En todos los casos, al hablar con los niños acerca de la mentira, tenemos que expresar nuestro descontento, ser explícitos acerca de que es malo mentir, y explicar por qué. Dejad claro que la mentira disminuye la confianza, y que cuanto más frecuentemente se vuelva la mentira, más difícil será volverle a creer cuando dice la verdad. Debemos establecer, y aferrarnos a las consecuencias de mentir, ya que cuantas más veces el niño se sale con la suya mintiendo, más probable es que lo vuelva a hacer.
Si crees que el niño va a decir una mentira, dile algo como…”Me hace feliz cuando me dices la verdad.” Y ten en cuenta que mentir es diferente de no compartir. Esto es particularmente relevante cuando los niños se acercan a la adolescencia y pueden ser más reacios a compartir información contigo, pero sin necesidad de mentir. Esto les permite desarrollar su propio sentido de la independencia y tener confianza en su toma de decisiones, lo cual reducirá la probabilidad de te mientan sobre las cosas que realmente importan.
Y, lo que es más importante, debemos ayudar a fomentar la idea de decir la verdad, haciéndolo nosotros mismos. La mayoría de los adultos decimos mentiras “inofensivas” durante el día, al alcance del oído de los niños. Tal vez mintamos sobre la edad de un niño para que nos salga más barata la entrada a un parque de atracciones. O le digamos a alguien que llama a la puerta que no podemos atenderle porque nos tenemos que ir y tenemos prisa, cuando en realidad estamos a punto de sentarnos a ver una película.
Debemos tener en cuenta que los niños, especialmente los menores de 10 años, a menudo no pueden distinguir entre las mentiras “inofensivas” y las “importantes”. Ellos sólo saben lo que está pasando. Al fin y al cabo, la mentira es una conducta aprendida, pero puede cambiar. Cuanto más acostumbrados estén a escuchar mentiras, más se van a pensar que son una parte normal de la conducta, y viceversa. Lo que significa que la mayor verdad de todo es que criar hijos honestos comienza por ser honesto tú mismo.
Fuente: Psychology Today