Seguramente has visto más de un payaso durante el fin de semana, y no me refiero al gracioso de turno o al que anima las fiestas de los niños, sino a los disfraces más típicos de la Víspera de todos los Santos. El disfraz de payaso es todo un clásico de la fiesta de Halloween desde hace décadas, entre otras cosas, gracias a personajes como Pennywise de “It”, el Joker de “Batman”, o la reciente Twisty de “American Horror Story”. Pero… ¿Por qué nos dan tanto miedo los payasos?
En teoría, los payasos tienen la función de animar fiestas, hacer reír a los niños y ayudar a los adultos a pasar un rato agradable. Sin embargo, es frecuente que a ciertas personas la presencia de un payaso les genere otro tipo de emociones – desde una simple sensación de incomodidad hasta un estado de pánico. En mi reciente artículo sobre la película “Del Revés“, la protagonista Riley desarrolló una fobia a los payasos tras una terrible experiencia en uno de sus primeros cumpleaños. A prácticamente cualquier persona le causaría temor un individuo con una enorme sonrisa golpeándonos la puerta en medio de la noche, pero en el caso de Riley la simple imagen de un payaso común y corriente le aterrorizaba. La clave está en los principios del condicionamiento clásico.
Los payasos y el condicionamiento
Nuestro cerebro tiene la tendencia a asociar dos estímulos diferentes si ambos coinciden de manera repetida en el tiempo. En el caso de la fobia a los payasos, el cerebro asocia un estímulo neutro (el payaso) con una respuesta fisiológica negativa (susto, incomodidad, o incluso dolor). La repetición de este patrón puede hacer que, incluso tras un único emparejamiento lo suficientemente intenso, se produzca la asociación entre estímulos. Por consiguiente, una vez condicionado el estímulo neutro, éste puede provocar una respuesta similar a la respuesta incondicionada (la sensación de miedo). El Dr. Ronald Doctor, con quién tengo la suerte de contar como uno de mis grandes mentores de la California State University, sostiene que los niños alrededor de los dos años son muy reacios a las formas de cuerpos familiares con cara desconocida. Según Tom Hale de IFLScience, si a dicha sensibilidad a caras extrañas en una etapa madurativa con cierta predisposición a desarrollar una fobia le sumamos la presencia frecuente de payasos, la combinación puede acabar mal.
Además del papel del condicionamiento en el miedo a los payasos, tenemos que tener en cuenta los estudios antropológicos y psicológicos sobre las expresiones faciales. El hecho de que los payasos enmascaren su rostro se relaciona con la pérdida de la identidad individual, es decir, la percepción de que el sujeto enmascarado goza de la libertad para actuar sin sufrir consecuencias por sus acciones. Otro dato interesante a tener en cuenta es el que aporta el psiquiatra Steven Schlozman en Vulture. Aparentemente, y según el doctor de Harvard, la sonrisa permanente de un payaso es interpretada por nuestro cerebro como una señal de que algo no anda bien.
De acuerdo con la conclusión de Tom Hale, aunque tengamos una explicación científica sobre los mecanismos cerebrales que favorecen el miedo a los payasos, éste no es innato. La figura del payaso en la televisión y las películas de Hollywood ha contribuido a la asociación de este tipo de estímulos en nuestra sociedad hasta convertirlos en los actores de nuestras peores pesadillas. Así que ya saben padres y madres… ¡Cuidado con los payasos en las fiestas de cumpleaños de nuestros hijos!
Si quieres saber más sobre fobias te recomiendo este artículo de Medciencia.
Fuente: IFLScience