¿Por qué nos gusta el olor a gasolina? – Medciencia

Existe un aroma inconfundible que nos invade cada vez que vamos a llenar el depósito de nuestro coche… la gasolina. Se trata sin duda de uno de esos olores que, para bien o para mal, no dejan a nadie indiferente. Resulta chocante pensar cómo este derivado del petróleo puede causar en nosotros un sinnúmero de sensaciones de todo tipo, incluso cuando no lo estamos inhalando directamente. Hoy en Medciencia explicaremos por qué esta particular fragancia resulta tan agradable para algunas personas y no tan atrayente para otras.

El lado oscuro de la gasolina

A pesar de que el líquido que se utiliza en las estaciones de servicio (y que siempre acabamos derramando) es más bien amarillento, no siempre fue de este color. Así es, la gasolina procede de la destilación fraccionada de un combustible fósil viscoso, el petróleo, caracterizado por presentar una tonalidad negruzca. La composición de la gasolina tras el proceso destilación es fundamentalmente la misma: una mezcla compleja de hidrocarburos y otras sustancias añadidas para ayudar a la combustión y reducir las emisiones.

Estos hidrocarburos son compuestos orgánicos aromáticos, y son los responsables de otras peculiares esencias como las que emanan de los productos de limpieza, de la pintura o del pegamento. Sin embargo, dichas sustancias pueden ser absorbidas por la piel, los pulmones y hasta por el propio tubo digestivo, causando graves problemas de salud. De hecho uno de estos hidrocarburos, el benceno, ha sido catalogado como un carcinógeno humano conocido, y por ello la inhalación prolongada de gasolina podría resultar potencialmente peligrosa.

Dulce (o amargo) olor a euforia

Lo que ocurre cuando inspiramos profundamente en un ambiente con gasolina podría asemejarse a la embriaguez que experimentamos por los efectos del alcohol. En este caso, el combustible actúa como un anestésico que suspende brevemente la función del sistema nervioso, pudiendo provocar un estado de euforia. De ahí la razón por la que algunos encuentran el olor tan placentero.

Por otro lado, la percepción de los aromas (controlada por el lóbulo olfatorio) está estrechamente ligada a las distintas emociones y sensaciones que son reguladas por el sistema límbico. Esto explicaría la asociación de la penetrante esencia con ciertos momentos de nostalgia, evocando los buenos recuerdos como los viajes de carretera, el primer encuentro con alguien especial, etc. Del mismo modo, el olor podría relacionarse con experiencias negativas vividas por la persona, y por ello comenzar a percibirlo como desagradable.

Con el fin de proteger al organismo, los seres humanos estamos condicionados para evitar aquellos olores que resulten nocivos. En cualquier caso, los vapores emitidos por la gasolina se hallan en una concentración relativamente baja, y no suponen ningún riesgo si no se inhalan directa e intencionadamente. Los amantes del inconfundible olor podrán seguir disfrutando sin peligro del momento de repostaje en la gasolinera, siempre y cuando lo hagan con moderación.

Fuente | Exponent

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