Si creía que los dedos se arrugan en el agua por un simple proceso pasivo denominado ósmosis, que es el resultado del paso del agua a la capa exterior de la piel de los dedos, está equivocado. Esta falsa creencia fue desmontada a principios de este año por un grupo de investigadores de la Universidad de Newcastle en Reino Unido, y es que hasta este mecanismo tiene una explicación ancestral.
Los seres humanos somos animales después de todo, nuestra biología está adaptada a esa época en la que sobrevivía el más fuerte, en la que en el planeta Tierra se dio una lucha encarnizada por conseguir que nuestro material genético se transmitiera a la descendencia. De aquella época tenemos muchos vestigios, más vestigios de lo que uno mismo puede imaginar; y es que cómo se producen las arrugas en el agua es también un vestigio de nuestra lucha feroz por la supervivencia que vivieron nuestros antepasados.
Estos investigadores descubrieron que no es un proceso pasivo, sino activo, en el que interviene el Sistema Nervioso Simpático contrayendo los vasos sanguíneos cuando los dedos entran en contacto con el agua y, por tanto, nuestro organismo consume energía en esta función. De aquí surge la siguiente pregunta que se hicieron los investigadores: ¿para qué el organismo utiliza esa energía en este proceso? ¿Qué finalidad tienen las arrugas de los dedos en el agua? Con estas sensatas preguntas, pronto se dieron cuenta del motivo que se ocultaba detrás de todo este proceso.
Los científicos realizaron un simple experimento en el que los participantes intentaban agarrar varias canicas húmedas de diferentes tamaños con los dedos normales y los dedos arrugados una vez sumergidos en el agua durante 30 minutos. Analizaron la habilidad de las personas al coger las canicas húmedas fuera del agua y observaron que los dedos arrugados podrían compararse con el agarre de un neumático en condiciones húmedas.
“El arrugamiento de los dedos en condiciones húmedas podría haber ayudado a nuestros ancestros a conseguir comida de vegetaciones húmedas”, afirma Tom Smulders, responsable de la investigación. “Y observando nuestras plantas de los pies, llegamos a la conclusión de que su arrugamiento nos permitía correr mejor bajo la lluvia”.
No obstante, una de las preguntas que todavía queda sin contestar es la de por qué no tenemos los dedos arrugados todo el tiempo, incluso cuando no se encuentran en el agua:
“Nuestras primeras teorías apuntan a que esto podría disminuir la sensibilidad en las yemas de nuestros dedos o incluso aumentar el riesgo de daño al coger objetos”, comenta Smulder.
Otro aspecto que investigan es cómo otros animales desarrollan esta aptitud:
“Si se da en primates, creo que la función original podía ser de locomoción entre vegetación húmeda o árboles. Si es exclusivo de humanos, podría tener funciones más específicas, tales como búsqueda de comida alrededor de orillas de ríos y playas”, concluye el investigador de la Universidad de Newcastle.
Así que a partir de ahora, cuando vea nuevamente las arrugas de sus dedos, recuerde que no es un capricho fruto del azar, sino que se trata de la herencia que hemos adquirido de nuestros antepasados y que posiblemente hayan contribuido en mayor o menor medida a que hoy pudiera escribir este artículo y usted, querido lector, pudiera leerme en este preciso instante.