Dormir es uno de los procesos más apasionantes y lleno de incógnitas que realiza nuestro cerebro de forma cotidiana. Si conectas electrodos a la cabeza de un voluntario dormido para detectar las señales eléctricas de su cerebro (método llamado encefalograma) se observa un extraño proceso que varía a lo largo de la noche: primero nuestro cerebro empieza a sincronizarse y todas las neuronas que lo forman comienzan a disparar señales eléctricas de manera simultánea. Este ritmo global aumenta o disminuye según nuestro estadio de sueño. Pero existe otra fase completamente diferente, llamada fase REM, que sucede cuando el ritmo aumenta hasta casi despertar: en ese momento las pupilas de nuestros ojos comienzan a moverse, y el registro eléctrico del cerebro es parecido al que se produce cuando estamos despiertos, pero seguimos dormidos. Comienza un sueño.
Los sueños duran entre 10 y 30 minutos, aunque en su interior la percepción del tiempo varíe. Al terminar un sueño volvemos al estado de sueño lento y sincronizado, y de nuevo repetimos todo el proceso cada hora y media aproximadamente. Durante una noche de 9 horas podremos tener hasta seis sueños de manera independiente. Eso sí, solo si nos despertamos durante esta fase REM podremos recordar el sueño que estábamos viviendo, los anteriores son borrados.
Ahora bien, se sabe muy poco sobre para qué sirve soñar y dormir. Se sabe que es necesario, ya que al pasar más de dos días seguidos sin dormir nos encontramos más irritables y nuestra capacidad intelectual disminuye. También se ha probado que los sueños son importantes para consolidar la memoria y que pasar una noche sin soñar (despertando a la persona cada vez que llega a la fase REM) hace que recordemos peor los eventos del día anterior. Todos estos estudios buscan hallar la función del sueño, pero no dan información sobre el origen de su contenido. Dicho de otra manera, ¿por qué soñamos lo que soñamos?
La primera opinión al respecto fue la de Sigmund Freud, comentada en su libro “El significado de los sueños“. En él cuenta que los sueños expresan los deseos más prohibitivos de la persona y que necesitaban ser interpretados para descubrir los problemas psicológicos del paciente. Lamentablemente la idea ha sido terriblemente tergiversada hasta nuestros días, y actualmente existen manuales completos que buscan una explicación mística de los sueños, algunas parecidas más a una predicción del futuro realizada por un adivino:
Soñar con un encuentro con un personaje famoso puede significar que pronto recibirá una oferta interesante. Experimentará cambios positivos en su vida. Hay una posibilidad de que logre cumplir un objetivo personal.
Los estudios neurocientíficos más modernos sobre el tema opinan que los sueños son retazos de memoria del día anterior, que deben ser liberados al pensamiento consciente para “decidir” mantener el recuerdo al día siguiente o no. De este modo, mientras soñamos se nos presentan diferentes imágenes y situaciones, que aunque no tengan relación entre sí, nuestro cerebro busca una línea argumental ligeramente lógica. Por eso podemos ver a nuestros amigos mezclados con lugares imaginarios creando situaciones inverosímiles. Actualmente existen proyectos para estudiar el contenido de estos sueños y buscar relaciones psicológicas reales.
Uno de los últimos estudios relativos a este tema ha sido realizado por el equipo clínico de Isabelle Arnulf, del Hospital Pitié-Salpêtrière en París. Para este trabajo han observado a pacientes con déficit de auto-activación (DAA). En estos pacientes, los ganglios basales del cerebro han sido dañados. Estos ganglios participan en tareas automáticas, emergencia de pensamientos espontáneos y en la toma de decisiones, por eso estos pacientes con DAA tienen como principal síntoma una tremenda apatía hacia el mundo y una carencia total de elección de opciones. Se puede hablar con ellos y son capaces de responder y seguir una conversación, sin embargo, esa voz interna que nos sugiere nuevas ideas y pensamientos se ha apagado. Los pacientes con DAA se sientan todo el día en un sillón y dejan la mente en blanco, no piensan en nada. Si estos pacientes siempre tienen la mente en blanco, ¿serán capaces de soñar?
Para el experimento, se ha realizado un diario de sueños. Tanto a los pacientes sanos como a los pacientes de DAA se les pide llevar un cuaderno en el que apuntar los sueños que recuerdan al despertarse. De los trece pacientes de DAA que participaron en el estudio, solo cuatro de ellos soñaron y testificaron lo sucedido. El resto puede que no soñaran, no lo recuerden, o simplemente no lo apuntaran. Lo curioso es qué tipo de sueños tenían: eran normales, demasiado normales. Los sueños de los pacientes sanos (nosotros incluidos) suelen tener componentes fantasiosas y extrañas: alguien se transforma en otra persona, somos perseguidos por algo desconocido… En cambio, los pacientes de DAA sueñan tareas rutinarias: pasear, afeitarse, estar sentado mirando por la ventana… no hay nada extraño en estos sueños, son más similares a recuerdos cotidianos.
¿Por qué sucede esto? Según los investigadores los sueños se producen gracias a la mezcla de experiencias e ideas pensadas a lo largo del día. Si estos pacientes han perdido la capacidad de generar ideas, sus sueños pueden provenir únicamente de la experiencia y por eso ser similares al recuerdo. Los pensamientos suelen estar ligados a la imaginación y dan esa componente de irrealidad, cosa que no tienen los pacientes de DAA.
Aún hay mucho que comprender sobre la causa de nuestros sueños. Lo que está claro es que nuestro cerebro lo necesita para que funcionemos correctamente. Todo apunta más a un sistema de clasificación, y no a un sistema de predicción del futuro. Sigue soñando.
Fuente | Popular Science