No es nada nuevo y cada vez lo escuchamos más por televisión. Buena parte de la población infantil es obesa y las cifras no dejan de subir: el 44,5 de los niños entre 6 y 10 años presenta exceso de peso. Lo cierto es que las (escasas) medidas para paliar esta situación no dan apenas resultados pues los niños comen demasiada comida rápida, demasiados refrescos azucarados y muy pocas verduras y frutas. Está claro que la educación alimentaria empieza en casa y los padres deben poner la primera piedra de lo que debe ser una sólida base para que los más pequeños coman correctamente, sin embargo muchas veces cuesta convencerles de que escojan frutas en lugar de caramelos o que escojan verduritas en lugar de patatas fritas.
En estos casos, un equipo de investigadores de la universidad de Cornell, de EEUU, ha obtenido buenos resultados cuando pusieron a considerar a los pequeños, justo un poco antes de la comida de medio día, qué comerían sus superhérores o personajes favoritos.
Los resultados han evidenciado que hacer pensar a los niños qué alimentos comerían sus admirados superhérores, desencadena una asociación positiva hacia decisiones alimentarias saludables. Incluso se piensa que la investigación podría influir en cómo la industria alimentaria publicita y promociona diferentes productos a los más pequeños de la casa.
El estudio en sí, liderado por Brian Wansink, investigó durante varios días con 22 niños de entre 6 y 10 años en un campamento de verano. Antes de la hora de comer, se les enseñaba fotos e ilustraciones de personajes y superhérores y se les preguntaba: ¿Qué comería este personaje, manzana o patatas fritas?
Después de esto, se dejaba a los niños escoger algunos de los alimentos que iban a comer. El 45% de ellos decidió acompañar su comida con trocitos de manzana. Sin embargo, cuando no les eran mostradas las fotografías y se les hacía la pregunta, sólo el 9% escogían fruta.
Pese a los resultados, Brian Wansink es consciente de que no es fácil hacer que un niño escoja la comida más saludable y señala que los niños, al igual que los adultos, tienen mayor tendencia a comer aquellos alimentos que ya han comido antes. Esto es llamado neofobia, que literalmente significa miedo a la novedad o a lo nuevo. Es decir, la neofobia alimentaría propicia que no comamos nada que no hayamos probado antes.
Wansink comenta que el lado positivo es que se manifiesta tanto con comida saludable como la no saludable:
“El niño que tome avena todas las mañanas, querrá siempre eso para desayunar. El que coma brócoli habitualmente por la noche, es lo que querrá para cenar. Pero si normalmente come patatas fritas, pues pedirá patatas fritas”
Lo que han conseguido con esta investigación ha sido interrumpir lo que los niños automáticamente quieren comer y hacerles considerar otras opciones de una forma que no hayan contemplado antes.
Según el experto, el secreto está en dejar que los niños asocien la comida con lo positivo y hacerla divertida. Como ejemplo señala a Popeye y sus espinacas, que aunque ya explicamos la verdadera historia de este personaje, lo cierto es que su figura tuvo una gran repercusión en la primera mitad del siglo pasado y fomentó el consumo de espinacas entre los niños.
Imagen| Cornell/ Australiaearting
Vía| BBC