El ser humano es capaz de percibir sonidos aproximadamente entre 20 y 120 dB sin percibir sensación de dolor. Por encima de 120 dB comienza la sensación de dolor y por debajo de los 20 dB, el oído no se percata de esta sensación pero el resto del cuerpo sí que lo puede hacer. Dado que distintos órganos y zonas del cuerpo humano tienen fluídos en ellos (líquidos, aire), la frecuencia de resonancia de éstos puede verse amplificada con la frecuencia externa.
La frecuencia tan baja de los infrasonidos , aquellos comprendidos entre 0 y 20 Hz que el ser humano no puede percibir, permiten crear un sistema de presiones oscilatorio en el cuerpo. Como se ha mencionando arriba, dependiendo de la zona del cuerpo, unas resonarán y otras no.
Por ejemplo, en un amplificador en el cual se pueda regular la frecuencia, podríamos observar un efecto. Manteniendo el amplificador a una frecuencia de 19 Hz y situándose cerca del mismo, la persona podría comenzar a percibir luces de colores en la periferia del campo de visión. Esto es debido a que 19Hz coincide con la frecuencia de resonancia del globo ocular lo que hace que éste órgano vea alterada su forma apretando la retina y finalmente activando los conos y bastones (las células del ojo, responsables de la visión) por ondas de presión y no luz.
Pero… ¿pueden los infrasonidos hacer explotar la cabeza del ser humano?
Para que esto fuera posible, sería necesario llegar a 240 dB al mismo tiempo que se alcanza la frecuencia de resonancia de la cabeza. Sin embargo, no es fácil alcanzar tal umbral de sensación sonora pues ya por encima de 120 dB se tendría al individuo dándose perfecta cuenta de dónde procedía el sonido tan desagradable.
Fuente: PopularScience