¿Qué pasa por nuestro cerebro mientras nos caemos?

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Caer bien es importante, y no me refiero a las relaciones sociales, me refiero a caídas reales, contra el suelo. Siempre decimos que los niños y las niñas “están hechos de goma” ya que se caen con frecuencia pero pocas veces se hacen alguna herida grave. En cambio para las personas de la tercera edad una simple caída puede poner en peligro su vida. ¿Por qué pasa esto?

Nuestra primera respuesta puede referirse a la “fragilidad” de la gente mayor. A medida que envejecemos nuestros huesos y músculos se debilitan, aumentando las posibilidades de perder el equilibrio y producirnos alguna lesión. Sin embargo, independientemente de la causa, existe un factor que influye mucho en el resultado de una caída: lo bien que sabes caer y lo rápido que puedes reaccionar durante la caída.

Cuando comienzas a practicar un arte marcial las primeras lecciones suelen basarse en aprender a caer al suelo sin hacerte daño. Existen posturas que puedes adoptar con tu cuerpo para amortiguar el golpe de la caída. Cuando empezamos a caminar las caídas son habituales y rápidamente aprendemos a como caer sin recibir daño, por eso los niños y niñas suelen soportar bien las caídas (se puede decir que son unos expertos en la materia). Esta habilidad permanece en mayor o menor medida durante la fase adulta, siendo útil al tropezarse o al caer. En cambio se cree que cuando envejecemos se reduce la velocidad con la que el cerebro y el cuerpo se comunican, de manera que durante la caída el cuerpo no es capaz de adoptar alguna postura que la amortigüe con la velocidad necesaria, y ahí otra causa del aumento de la peligrosidad de las caídas de la gente mayor.

Esta es solo una hipótesis, y se están probando experimentos para comprobarla. Uno de los últimos descubrimientos que apuntan a esta posibilidad es el realizado por Daniel Ferris, de la Universidad de Michigan. Su equipo ha desarrollado un sistema de electrodos para registrar la actividad eléctrica del cerebro en el intervalo que dura una caída. El voluntario anda por una cinta de correr con curvas y baches mientras registran su actividad cerebral. Cuando el voluntario acaba por tropezarse y caerse, graban lo que sucede en su cerebro durante esos segundos.

Realmente la actividad eléctrica del cerebro no da mucha información sobre lo que sucede dentro, pero la posibilidad de usar algún escáner de resonancia magnética no es posible si queremos verle caer. Así que se utilizan matemáticas (un método llamado separación de componentes básicos) capaces de predecir la localización de la actividad cerebral, funcionando igual que un GPS a través de los electrodos. Los científicos se sorprendieron al comprobar la velocidad de respuesta del cerebro ante la sensación de caída: el cerebro se pone en alerta prácticamente de manera instantánea al comenzar la caída. También este tiempo varia según la manera de caer, por ejemplo tener los dos pies en el suelo antes de la caída aumenta el tiempo de reacción. Respecto a lo que ocurre en el interior del cerebro, ya hemos dicho que no se puede aportar una excesiva información pero parece que esta respuesta de alerta es generalizada y afecta a la mayoría de regiones cerebrales.

Probablemente desde el comienzo de la caída nuestro cerebro se ponga a procesar la información de alrededor, buscando algún objeto al que agarrarse y colocando una postura que amortigüe el daño. Falta realizar el mismo experimento con pacientes de tercera edad para comprobar si hay una mayor lentitud en la respuesta de reacción. Si fuese así, esas milésimas de segundo de retraso pueden significar la diferencia entre un moratón y una muñeca rota. Además se podrían diseñar medicamentos que aumenten esta velocidad de reacción y actúen contra las caídas domésticas. También es posible que no haya diferencia entre los dos grupos y todo el daño provenga de la fragilidad corporal, en ese caso la única solución pasaría por realizar ejercicio de forma habitual. Da igual la solución, lo importante es que decenas de científicos tienen como objetivo que los ancianos caigan bien.

Fuente | Science Daily

Imagen | Vanidades

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