Ya hace unas horas que has terminado de cenar y te encuentras en el sofá viendo una serie en la televisión. El fatídico momento llega cuando escuchas lo de “Volvemos en 30 en 6 minutos“. De repente, te acuerdas del rato que llevas sin comer nada y de ese llamativo paquetito de galletas/madalenas/ pastelitos (o cualquier otro snack) que tienes por la despensa. En cuestión de segundos te encuentras de nuevo frente al televisor, pero esta vez acompañado de un calórico aperitivo.
Seguro que a muchos os resultara familiar esta historia. Y es que, el picoteo nocturno es algo bastante habitual en la población. Y resulta ser así porque según sugiere un reciente estudio publicado en la revista Obesity, el reloj interno del cuerpo (el ritmo circadiano) es capaz de aumentar por la noche el apetito y el deseo por dulces, almidones y alimentos salados.
Desde una perspectiva evolutiva, la necesidad de consumir más alimentos por la noche podría haber ayudado a nuestros antepasados a almacenar energía para sobrevivir más tiempo en épocas de escasez de alimentos y hambrunas. No obstante, en la actualidad, la ingesta nocturna de alimentos altamente calóricos puede provocar un aumento de peso significativo.
“Por supuesto, hay muchos factores que afectan a la ganancia de peso, principalmente la alimentación general y el ejercicio físico. Pero hemos encontrado que las personas que comen mucho por la noche, especialmente alimentos y bebidas altamente calóricas, son más propensas a padecer sobrepeso u obesidad” comenta el Dr. Steven Shea, principal autor del estudio.
Además, nuestro estilo de vida actual también puede estar ayudando a que nos veamos tentados a consumir alimentos por la noche. Solemos quedarnos hasta altas horas de la noche viendo la televisión, navegando frente al ordenador o simplemente escuchando música o leyendo un libro. Por un lado, esto provoca que no durmamos lo suficiente, lo que, como ya hemos contado en esta entrada, puede favorecer que aumentemos nuestro peso corporal a medida que pasa el tiempo. Por otro lado, estar despiertos hasta más tarde también favorece que estemos más tiempos tentados a comer y es más probable que acabemos picoteando algo.
El papel del ritmo circadiano
El equipo de investigadores capitaneado por el Dr Steven Shea han hallado medianta una investigación que el ritmo circadiano regula el hambre. Según su estudio, los participantes sentían menos hambre por la mañana (8h) y más a la tarde (20h). Por ello. el estudio concluye que el ritmo circadiano interno provoca un pico de apetito a últimas horas del día lo que puede promover que comamos mucho por la noche.
Ante estos datos y pese a que no quede del todo claro como afecta la distribución alimentaria al peso corporal (aunque muchos digan lo contrario sugiriendo que comer a últimas horas del día favorece que ganemos peso), parece ser una buena idea recomendar no acostarse tarde (para dormir lo suficiente y no estar tentados a picotear) así como llevar una distribución alimentaria que nos permita sentirnos saciados durante todo el día y no llegar a últimas horas con bastante hambre (es decir, desayunar y almorzar bien para evitar tentaciones por alimentos más calóricos a medida que pasa el día).
Vía| ScienceDaily
Imagen| webmd