Los estudios demuestran que la sobreprotección de los niños, el hacer las cosas por ellos y el intentar siempre ayudarles puede afectar negativamente a su autoestima. Dejar que los niños hagan las cosas solos y se equivoquen es bueno para su autoestima.
¿Qué es la autoestima?
La autoestima engloba muchas cosas: estar a gusto con nuestro cuerpo, con nuestras capacidades intelectuales, sociales, ser respetados, etc… Es decir, el valor o estima que nos tenemos en función de cómo nos vemos o nos ven los demás.
La autoestima se entiende como la diferencia entre como nos vemos y como nos gustaría ser idílicamente. Si creemos que nos acercamos mucho a cómo queremos ser tendremos alta autoestima, pero si diferimos mucho tendremos baja autoestima.
En niños y adolescentes es importante tener en cuenta que lo que les proporciona autoestima varía con los años: en los más pequeños puede ser la apreciación de los padres o maestros y los pequeños logros del día a día (atarse los zapatos, comer solos), pero en adolescentes puede ser como les ven los iguales, sus amigos y el grupo social, su necesidad de pertenencia, sin que la opinión de padres o profesores afecte de igual manera a la autoestima a como lo hacía años antes.
La autoestima es muy importante porque forma parte de quienes somos y modela nuestra personalidad, además nos dirige hacía objetivos e influye en como actuamos. Por ejemplo: una persona con baja autoestima puede tener más ansiedad al hablar en público porque cree que no lo hará bien, que no sirve para eso, etc… Ésa ansiedad le causará temblor en las manos, sudores y que se quede en blanco y eso le confirmará su creencia de que no sirve y le bajará aún más la autoestima. Como vemos la baja autoestima de esta persona le ha llevado a un fracaso y a que probablemente en un futuro evite estas situaciones. Es decir influye en las decisiones vitales y las metas. Cuanto más baja sea la autoestima menos metas nos propondremos o menos ambiciosas serán. Y claro está, hablando de niños esto repercutirá en su aprendizaje y su educación, así como en la forja de su personalidad.
Una alta autoestima se asocia a mayor creatividad, mayor responsabilidad, más autonomía y desarrollo personal.
¿Cómo evoluciona la autoestima con la edad?
Antes de los 5 años el niño posee ya una autoestima primitiva que fundamentalmente se basará en las relaciones con su familia, en sentirse amado y querido, protegido. Debe entender a estas edades que es amado por encima de lo que haga. A los 3 años la mayoría de niños poseen una imagen positiva de si mismos generada por los cuidadores.
No es hasta los 5-6 años cuando empezamos a formarnos una idea de cómo nos ven los demás (padres, amigos, maestros…) y empezamos a desarrollar la autoestima entendida como tal y similar a la de los adultos. La infancia es una de las edades en las que somos más flexibles pero también más vulnerables y por ello es vital prestar atención al desarrollo de la personalidad del niño. El niño empezará a compararse con los demás.
Entre los 7 y los 11 años se produce normalmente un pequeño descenso en la autoestima que se debe a una necesidad de adaptación a unas capacidades cognitivas crecientes y a un entorno que cada vez evalúa más los resultados y las consecuencias de los actos. También se producen a estas edades importantes desarrollos sociales. Además se hacen más visibles las diferencias entre niños, cosa que ellos también perciben.
Por lo general se dan dos descensos evolutivos y adaptativos de la autoestima: Uno al pasar de la edad infantil a la escolar y otro al entrar en la adolescencia. Esto se debe a los cambios que implican estos pasos de fase, cambios físicos, sociales y del entorno que les rodea. Por ello es importante reforzar en estos momentos la atención que le damos a la autoestima.
A partir de aquí el desarrollo escolar, la comparación con los demás y sobre todo las relaciones sociales serán las que tendrán mayor peso.
La baja autoestima puede y suele influir en el rendimiento académico, normalmente un niño con baja autoestima se anticipa a sus fracasos y se rinde con desesperanza pensando que nada puede hacer, puede parecer que se esfuerza menos o que no lo intenta, esto es porque él ya cree haber fracasado antes de intentarlo. Un niño con alta autoestima aunque se equivoque creerá en si mismo y lo seguirá intentando, aumentando así las probabilidades de éxito. Como vemos es un pescado que se muerde la cola, un circulo vicioso.
¿Cómo saber si nuestro hijo tiene baja autoestima?
Lo más obvio sería si el niño repitiera frases del tipo: “no valgo para nada”, “todo me sale mal”, “nadie me quiere”, “no sé, no puedo” repetidamente…. o si preguntan mucho si son buenos o guapos, esperando confirmación.
Pero también podemos observar ciertas conductas, menos obvias:
Por ejemplo el probar nuevas actividades, tener conductas pro-sociales, ser cooperadores, aprender de los errores y ser responsables son indicios de una alta autoestima. En cambio, rehuir actividades (intelectuales, deportivas o sociales), mentir, engañar, hacer de niño pequeño o culpar a otros, ser tímido o agresivo, frustrarse fácilmente y negarse a hacer cosas son conductas típicas de un niño con baja autoestima.
En mi opinión muchas veces detrás de conductas disruptivas puede haber un niño que intenta cubrir su baja autoestima.
¿Y entonces, que deben hacer los padres?
NO se deben utilizar frase con ERES… (Vago, malo, tonto, lento) esto engloba a toda la persona, si estamos descontentos con una acción concreta no debemos generalizar sino, puntualizar esto que has hecho está mal.
NO utilizar frases con “no tienes…” (Vergüenza, remedio…) esto le indica al niño que no hay posibilidad de cambio, que es y será así, y que si los demás se rinden es porque no hay solución.
NO se deben utilizar amenazas o un trato silencioso (retirar la palabra).
Tanto la educación permisiva como la descalificadora o excesivamente autoritaria pueden dañar la autoestima del niño. Los estudios han demostrado que el mejor estilo parental es el democrático que combina limites y reglas justas (y necesarias) con un ambiente afectivo cálido.
Los padres deben saber proyectar una autoimagen positiva de sí mismos, sentirse bien y seguros pues los niños imitan los modelos de los padres y ello les enseñará a valorarse a sí mismos como hacen sus progenitores. El ambiente familiar debe ser cálido, afectivo y de apoyo.
El niño suele acabar interiorizando el lenguaje que le rodea como suyo (aún no tiene la capacidad de crear ciertos criterios propios), es por ello que hay que cuidar la comunicación y los mensajes que enviamos. Un mensaje peyorativo puede ser interiorizado por el niño fácilmente y adoptado como propio, pues el niño se vale de los criterios de los adultos para formar sus impresiones.
Es importante resaltar los logros y no solo castigar los fracasos aunque lo bueno sea lo “esperado” y solo queramos cambiar lo malo. Siempre hay que alabar un logro.
Hay que confiar en el niño, si nosotros creemos en el, él también lo hará. Hay que asesorarle y animarle a arriesgarse y actuar por su cuenta
Es importante hacer sentir a cada niño especial en algo, si hay hermanos dedicarles tiempo por separado también y potenciar sus puntos fuertes, fomentando habilidades e intereses. Alabar los progresos pero no compararles entre sí. No hay que permitir que los niños se critiquen entre ellos.
La base se sustenta sobre la idea de que debemos DEJAR QUE TOMEN DECISIONES Y RESUELVAN PROBLEMAS pero también PONER LÍMITES CLAROS Y ENSEÑARLES LAS CONSECUENCIAS. Es importante fomentar hábitos de autonomía.