Que últimamente casi todos nuestros esfuerzos (astronómicamente hablando) estén centrados en la exploración de Marte y en la búsqueda de agua u otros restos de vida en su superficie no quiere decir, ni mucho menos, que sea el único planeta que se busque o en que esperemos encontrar algo. De hecho, se confirmó hace ya casi 20 años, en 1995, que había agua en la atmósfera de Júpiter. No obstante, no ha sido hasta ahora, después de muchas suposiciones y estudios, cuando por fin ha podido confirmarse su procedencia, gracias a los últimos resultados de Herschel, el observatorio espacial de la ESA.
El cometa Shoemaker-Levy
El origen de la historia se remonta a Julio de 1994. En aquella época tuvo lugar el primer impacto de un objeto sobre un Sistema Solar que pudo verse de forma directa desde la Tierra: el cometa Shoemaker-Levy impactó contra el hemisferio sur de Júpiter, partiéndose en 21 pedazos que estuvieron cayendo durante una semana entera sobre el planeta gigante de nuestro Sistema.
Un año más tarde, la ESA lanzó el Infrared Space Observatory, que descubrió que en la capa más externa de la atmósfera Júpiter había agua. Los expertos, ya desde un primer momento, descartaron que procediera del interior del planeta o de su atmósfera, por lo que sólo quedaba una posibilidad: el agua había venido en el cometa.
El problema de esto es que no era más que una teoría, basada en suposiciones pero sin ninguna prueba sólida que permitiera confirmarla o desmentirla. Hasta ahora.
El observatorio especial Herschel ha determinado que hay entre el doble y el triple de agua en el hemisferio sur (el que recibió el impacto del cometa) que en el norte, y que esta proporción aumenta más todavía en las zonas cercanas al punto en el que Shoemaker-Levy se estrelló. Esto ha sido determinante para descartar otras posibilidades, como que el agua se debía a minúsculas partículas de polvo estelar que habían terminado llegando hasta Júpiter (ya que si fuera así el agua estaría distribuida a lo largo de toda la superficie) o como que provenía de alguna de las lunas de hielo que orbitan alrededor del planeta (puesto que ninguna de las lunas está situada en la posición necesaria para que el agua se acumule donde lo ha hecho).
El Dr. Thibaut Cavalié, del Laboratoire d’Astrophysique de Bordeaux e investigador jefe del grupo, explica de forma resumida este descubrimiento y su contexto:
Sabemos que los planetas gigantes del Sistema Solar exterior tienen agua en sus atmósferas, pero los cuatro casos podrían deberse a cuatro motivos completamente distintos. En el caso de Júpiter ya podemos asegurar con certeza que esta se debe al impacto del cometa. Gracias a las observaciones del Herschel, hemos podido relacionar ambos sucesos, solucionando un misterio que nos ha mantenido ocupados durante dos décadas.
Fuente: Agencia Espacial Europea