perrohipnosis

La hipnosis animal esta curiosamente extendida entre diferentes grupos de personas. Los ganaderos afirman ser capaces de hipnotizar a las gallinas para que se queden quietas en el momento del sacrificio o para poder examinarlas correctamente, los biólogos y veterinarios de los acuarios han podido comprobar que si se le da la vuelta a un tiburón dejándolo boca arriba, este entra en un estado de letargo similar a la hipnosis. Así que la pregunta a la que responde este artículo no es si se puede hipnotizar a un animal, sino que sucede exactamente cuándo “hipnotizamos” a ciertos animales.

Entre 1970 y 1980 surgieron en la comunidad científica estudios serios sobre la hipnosis animal. Era la época en la que comenzaba el campo de la psicología conductista, en el cual trataban de hacer hipótesis científicas sobre los fenómenos psicológicos que determinan nuestro comportamiento (el punto más criticable de la famosa teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud es que realmente carecía de pruebas científicas). Aprovechando esta corriente científica, los primeros neuropsicólogos decidieron estudiar seriamente la hipnosis animal, comprobar cuál era su mecanismo y ver si los seres humanos compartimos un mecanismo biológico similar cuando somos hipnotizados.

Primero debemos definir qué es exactamente la hipnosis animal. Uno de los estudios lo define como “un estado de prolongada y reversible inmovilidad provocada por diferentes tipos de estímulos sensoriales y que se caracteriza por la pasividad y falta de respuesta”. Los investigadores encontraron el método más sencillo para hipnotizar a un animal: solo hay que sostenerlo en una posición fija de espaldas o de lado hasta que deje de moverse. Cuando el animal se libera, este seguirá inmóvil, sin responder a estímulos y sin sentir dolor.

La hipnosis animal puede parecer algo místico. Si se supone que los animales tienen un grado de consciencia menor al nuestro, ¿cómo pueden ser hipnotizados? ¿Eso no requeriría de algún tipo de consciencia superior? La respuesta es mucho más sencilla: en muchos casos el animal no está hipnotizado, sino haciéndose el muerto. Hacerse el muerto es una habilidad útil ya que el depredador pierde interés en la presa y empieza a buscar a otra nueva. Los movimientos necesarios para hipnotizar a un animal son muy similares a la inmovilización que ejerce un depredador en una presa. Después de resistirse y pelear contra su enemigo, muchos animales optan por aplicar esta última opción defensiva.

Se ha observado este comportamiento en diferentes animales: conejos, cobayas, tiburones, patos, cocodrilos e incluso ranas. Está curiosamente extendido en la naturaleza pero eso es porque realmente es efectivo. A los depredadores no les interesa perder tiempo golpeando innecesariamente una presa muerta, prefieren aprovechar para atacar a la siguiente del grupo. Y ahora nosotros consideramos esa actitud como trance hipnótico. Siempre extrapolamos nuestro comportamiento a los animales.

Fuente | Popular Science

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