Desde hace algunas décadas existe un gran problema con los fármacos antibióticos en general, y con la tuberculosis en particular: resistencia. Si, la bacteria (en este caso el Mycobacterium tuberculosis) se hace resistente a los medicamentos, lo que quiere decir que estos no harán su efecto y en el peor de los casos el paciente morirá. Por si fuera poco, el tratamiento normal contra la tuberculosis dura entre 6 y 9 meses dependiendo de su gravedad y del tipo de cepa de tuberculosis (si, añadimos que hay muchos tipos de esta bacteria, y tenemos un cocktail complicado). Pero, ¿y si hubiera algo “simple” para acabar con la bacteria?
Pues… ¡Sorpresa! Según los científicos de la Facultad de Medicina Albert Einstein de la Universidad de Yeshiva (Nueva York), la vitamina C es capaz de acabar con las bacterias que producen la tuberculosis. Y no solo eso, sino que acaba con todas las bacterias, incluidas aquellas que son resistentes a los medicamentos actuales. Es decir, es posible que exista una nueva terapia en el futuro en la cual los medicamentos actuales, junto a la vitamina C, podrían acabar por fin con las cepas de tuberculosis que no podían ser tratadas anteriormente, salvando así muchísimas vidas.
Para que os hagáis una idea, solo en 2011, unos 8,7 millones de personas enfermaron por tuberculosis y hasta 1,4 millones de ellas acabaron muriendo, según la Organización Mundial de la Salud. Por otra parte, hasta 650.000 personas sufren un tipo de tuberculosis resistente a la medicación actual, y un 9% de ellos padecen un tipo de tuberculosis extremadamente resistente. Y ahora sabemos que la vitamina C puede acabar con ambos tipos de bacteria.
Realmente el descubrimiento ha sido un golpe de suerte, pues la investigación intentaba obtener datos sobre como se vuelve resistente la tuberculosis a la isoniazida, uno de los fármacos que se usan en su tratamiento. Así, el profesor William Jacobs, especializado en Microbiologia e Inmunología en la Facultad de Medicina Albert Einstien, descubrió que las bacterias que resistían a la isoniazida carecían de una molécula, el mycothiol.
“Lanzamos la hipótesis de que la bacteria de TB que no puede hacer mycothiol contiene más de cisteína, un aminoácido. Así, predijimos que si añadimos isoniazida y cisteína a la ‘M. tuberculosis’ resistente a isoniazida en cultivo, las bacterias se desarrollarían resistencia. En su lugar, terminamos matando el cultivo, algo totalmente inesperado”
Es decir, consiguieron el resultado totalmente contrario a lo que esperaban. Su sustancia, la cisteína, conseguía crear los llamados radicales libres. Así que posteriormente probaron el mismo experimento con la vitamina C (una sustancia conocida por ser un gran antioxidante) y ¡voila!, el cultivo bacteriano quedo totalmente estéril gracias a la combinación de la isoniazida con la vitamina C.
Para demostrar que no había sido una coincidencia era necesario descubrir cómo es posible que la vitamina C mate la bacteria. La misma investigación dio la respuesta: la vitamina C inducida (la llamada “reacción de Fenton”) produce hierro, que reacciona con otras moléculas creando radicales libres de oxigeno, los cuales acaban con la tuberculosis.
Así concluye Jacobs su investigación:
“No sabemos si la vitamina C funciona en los seres humanos, pero ahora tenemos una base racional para hacer un ensayo clínico. También ayuda porque sabemos que la vitamina C es barata, ampliamente disponible y muy segura de usar. Por lo menos, este trabajo nos muestra un nuevo mecanismo que podemos explotar para atacar la tuberculosis”
Vía | Nature.