Todas las calorías no son iguales

Hace escasamente 2 días se publicaba un interesante y controvertido estudio en la Journal of the American Medical Association dirigido por Cara Ebbeling y David Ludwig. Controvertido porque esta publicación se opone a la idea general de que “una caloría es una caloría”. Desgranemos detalladamente el estudio para entenderlo y si es posible, aportar un poco de visión:

Al comienzo, el estudio afirma que tras un período de pérdida de peso, la reducción del gasto energético (provocada por ese adelgazamiento) puede jugar un papel importante en la recuperación del peso. Es decir, que tras perder peso nuestro gasto energético se desploma, lo que provoca que en condiciones idénticas nuestro cuerpo consuma menos energía que antes, lo que puede facilitar que recuperemos el peso perdido. De hecho, explica que sólo 1 de cada 6 personas con sobrepeso u obesidad es capaz de mantener una pérdida de al menos el 10% del peso a largo plazo. Por esta razón el estudio está ideado principalmente para examinar los diferentes efectos en el gasto energético basal de 3 dietas diferentes:

  1. dieta baja en grasas (60% HC; 20% grasas, 20% proteínas)
  2. dieta bajo índice glucémico (40% HC de bajo índice glucémico, 40% grasas, 20% proteínas)
  3. dieta baja en hidratos de carbono (10% HC, 60% grasas, 30% proteínas)

Para ello, se contó con (y quizás aquí esté una de las mayores limitaciones del estudio) 21 adultos jóvenes con sobrepeso y obesidad. Tras alcanzar una pérdida de entre el 10-15% de su peso (una media de 14,3kg) y dejar 4 semanas de tiempo como período para la estabilización del peso, se asignó a cada uno de los voluntarios una de las tres dietas mencionadas para el mantenimiento del peso alcanzado. Comentar también que durante el período de pérdida de peso se utilizó en cada sujeto una de las dietas que hemos visto, aunque con un aporte hipocalórico, y no se encontraron diferencias significativas en la pérdida de peso respecto una dieta de otra: las tres sirvieron para perder el peso que se había marcado.

Sin embargo, lo que sí que se ha encontrado durante el período de mantenimiento, es que la dieta baja en grasas disminuía en mayor medida el gasto energético en reposo, la dieta de bajo índice glucémico causaba una disminución intermedia y la dieta baja en hidratos de carbono era la que producía una menor disminución del gasto energético en reposo. La evaluación del gasto energético total mostró un patrón similar al descrito. Estos hallazgos sugieren, desde un punto vista metabólico, que no todas las calorías son iguales.

CONTROLAR LA CALIDAD Y NO TANTO LA CANTIDAD DE GRASAS E HIDRATOS DE CARBONO

Aunque en cierta medida este estudio puede parecer que se enfrenta a la dietética clínica en la que se promulga que una caloría es una caloría independientemente de que nutriente provenga, lo cierto es que a las conclusiones que llega David Ludwing, uno de los autores del estudio, no están muy alejadas de las recomendaciones nutricionales actuales.

 Intentar restringir los hidratos de carbono o las grasas no es el mejor camino para lograr una pérdida de peso a largo plazo, debemos centrarnos en la calidad de las grasas y en la calidad de los hidratos de carbono.

Y es así, lo cierto es que actualmente los expertos en nutrición abogan más por controlar la calidad que la cantidad de las grasas. Es decir, se enfatizan fuentes alimentarias de grasas saludables como el aceite de oliva virgen, las aceitunas, los frutos secos, el aguacate o pescados grasos como las sardinas o el salmón y no se restringe su consumo a un máximo de 1 cucharada sopera de aceite al día, como sí se hacía tiempo atrás.

Por otro lado, la calidad de los carbohidratos la marca el índice y la carga glucémica, comprobándose cada vez más lo interesante que es evitar picos de glucosa en sangre para la pérdida y/o el mantenimiento del peso. Esto se consigue dando prioridad a verduras y hortalizas, frutas, legumbres y cereales de grano entero.

 

UN POCO DE VISIÓN

En el mismo estudio se expone que los parámetros hormonales y los biomarcadores variaron según la dieta de mantenimiento seguida, destacando una mayor sensibilidad a la insulina y unos mejores parámetros lípidicos con la dieta baja en hidratos de carbono que con la dieta baja en grasas (¿justo al revés de lo que se nos ha dicho hasta la fecha?). Sin embargo, en los sujetos que seguían la dieta baja en hidratos de carbono se ha encontrado una elevación significativa de la proteína C reactiva.

Estos datos sugieren de nuevo que la virtud no está en los extremos. Aunque parece ser que metabólicamente la dieta baja en hidratos ofrece algunas ventajas, también se ha encontrado que aumenta un indicador de inflamación como es la proteína C reactiva. Por esta razón y que para su seguimiento deben eliminarse grupos de alimentos concretos (cereales, legumbres, patata y por supuesto dulces y derivados) y moderar el consumo de otros (frutas y verduras con mayor contenido en carbohidratos) no es aconsejable la utilización de este tipo de dietas.

Controlar la calidad de los alimentos incluyendo una gran variedad, priorizando aquellos mínimamente procesados y evitando el consumo de dulces y azúcar, parecen erguirse como las recomendaciones nutricionales básicas para la pérdida y el mantenimiento del peso. De la mano debe ir el ejercicio físico. Personalmente pienso que una práctica deportiva inteligente, al igual que el tipo de dieta que pueda utilizarse, repercute y mucho en el gasto energético basal.

Imagen| CrazyFrankenstein

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