Tus genes tienen mucho que decir en muchos ámbitos, ya sea a nivel físico en el organismo en general (altura, peso, riesgo de X o Y enfermedad…) hasta el nivel psicológico o mental, donde sabemos que existen ciertos individuos genéticamente más predispuestos a sufrir trastornos mentales, por ejemplo. Ahora bien, ¿es posible que los genes lleguen a tener influencia incluso en nuestras emociones? ¿poseemos una determinación genética predispuesta para que nuestro cerebro responda de una u otra forma? Por lo visto, según un reciente estudio de la Universidad de British Columbia, parece ser que sí. La genética de las emociones existe.
La genética de las emociones
Al menos esa ha sido la conclusión de un trabajo publicado recientemente en el Journal of Neuroscience, donde se afirma que los genes pueden influenciar el grado de sensibilidad frente a la información emocional. De hecho, existe una determinada variación genética para percibir las imágenes positivas o negativas con mayor intensidad, que a su vez provoca el aumento de actividad de ciertas regiones cerebrales.
Como bien comenta Rebecca Todd, profesora del Departamento de Psicología de la UBC, esta variación genética provocaría que la gente realmente vea el mundo de manera totalmente diferente, pues para los individuos que la poseen las cosas emocionalmente relevantes destacan mucho más.
Concretamente, el gen en cuestión es el ADRA2b, que tiene influencia sobre el neurotransmisor noradrenalina. En otras investigaciones anteriores Todd y su equipo ya habían encontrado que la variación de este gen (con una deleción) provocaba que sus portadores prestaran mayor atención a las palabras negativas. Ahora han conseguido relacionar imágenes cerebrales para detectar cómo el gen afecta a la forma que tiene la gente para percibir el mundo de su alrededor.
La activación cerebral en la variación genética del gen ADRA2b
A partir del escaneo cerebral de 39 participantes (21 de los cuales eran portadores de la variación genética), Todd y sus colegas descubrieron que poseer esta variación aumentaba significativamente la actividad de una región cerebral responsable de la regulación de las emociones y la evaluación del placer y las amenazas. Todd opina que esto podría explicar porque algunos individuos son más susceptibles al Trastorno de Estrés Postraumático, y los subsiguientes recuerdos intrusivos del trauma.
Para ello, se pidió a los participantes estimar la cantidad de “ruido” de las imágenes que se les mostraban, comentando la cantidad de contenido emocional positivo, negativo o neutro que pudiesen detectar. En comparación a los no portadores de la variación genética, aquellos con una deleción del gen ADRA2b estimaban menores niveles de “ruido” en las imágenes positivas y negativas, lo que india una mayor intensidad emocional. Además, los portadores también mostraron mayor actividad cerebral en regiones clave del cerebro responsables de las emociones.
Por otra parte, Todd afirma que hay beneficios en el hecho de poseer esta variación genética, pues ello implica recurrir a una red cerebral adicional para calcular la relevancia emocional de las cosas del mundo alrededor. Es decir, se darían cuenta de forma más específica si la información emocional es más relevante, por lo que en este caso la variación genética tendría su lado positivo.
Además, Todd comenta que esta genética de las emociones tiene un excelente ejemplo en el novelista francés Marcel Proust, que escribió siete volúmenes de memorias gracias a su enorme sensibilidad emocional y gran creatividad.
Vía | University of British Columbia.
Fuente | Journal of Neuroscience.