En muchas enfermedades cerebrales, como el Alzheimer o el Parkinson, existe cierta participación de un tipo determinado de proteínas que o bien funcionan mal, o bien se acumulan y ponen en peligro el funcionamiento de otras proteínas o células del cerebro. En el caso específico del Parkinson hay una disminución de las neuronas responsables de producir la dopamina, y dentro de esta disminución existe la participación clave de un tipo de proteína que, para rizar el rizo, se comporta de forma similar a un virus.
Si, suena raro, pero esto es lo que han descubierto los científicos de la Loyola University Chicago Stritch School of Medicine y cuyo estudio ha sido publicado en PLoS ONE. Esta proteína se llama alfa-sinucleína y, según esta investigación, cuando esta proteína se encuentra dentro de las neuronas consigue liberarse del “aparato digestivo celular”, unos compartimentos llamados lisosomas responsables de digerir las sustancias a nivel de cada célula. Este tipo de comportamiento es más típico de virus, como el del resfriado común, y no de proteínas. En definitiva, es una proteína rara.
Como ya imaginaréis, este hallazgo podría ayudar a nuevos tipos de tratamiento para retrasar la aparición de la enfermedad de Parkinson o incluso detener o al menos ralentizar su progreso, según comentan los investigadores.
El aspecto peculiar de la proteína alfa-sinucleína es que, en neuronas sanas, tiene un papel fundamental para su buen funcionamiento. Pero en el caso de la enfermedad del Parkinson la proteína se vuelve “mala”, se empieza a acumular y a formar grupos de proteínas llevando a las neuronas a la muerte celular, y dando lugar como consecuencia la alteración de los movimientos que podemos ver en los pacientes con esta enfermedad.
Ya se sabía por estudios anteriores que esta proteína, cuando se acumula y forma grupos, es capaz de dañar células. Esto lo consigue desde el interior, pues revienta los lisosomas (el aparato digestivo celular), y la consecuencia de esto es que se liberan enzimas, muy tóxicos cuando se encuentran libres por dentro de la célula, lo que conlleva la muerte de la neurona.
Este proceso suele suceder en infecciones: el virus o bacteria penetra en la célula, se divide, hace reventar los lisosomas, se liberan enzimas tóxicos y la célula muere. Cuando se trata de una infección el resultado es relativamente bueno para la persona infectada, pues la célula ya está afectada y es mejor que acaben así. Pero en el Parkinson es diferente, pues este mecanismo de protección celular (pues no es más que eso, protección ya que nuestro cuerpo está programado para librarse de las células que ya no funcionan correctamente) no va igual de bien en el cerebro. Si las neuronas mueren, hay consecuencias, y en el caso del Parkinson la consecuencia es la alteración progresiva e imparable de los movimientos.
De momento habrá que seguir investigando e intentar conseguir un nuevo tratamiento a partir de este descubrimiento. Puede que, en un futuro no muy lejano, seamos capaces de inhibir esta proteína cuando se ha vuelto “mala” y evitar así la progresión del Parkinson, que actualmente sigue siendo irreparable.
Vía | Science Daily.
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