Cuando hablamos de redes sociales, lo primero que nos viene a la cabeza son páginas web como Facebook, Tuenti o Twitter. Pero el término red social es mucho más amplio: todos nosotros interaccionamos con otras personas, tenemos amigos, familia, vecinos… que a su vez tienen otros amigos, familia y vecinos. Si hiciéramos un esquema señalando las relaciones entre personas veremos que se formaría un entramado de red con unas propiedades muy particulares. Esta red, formada por las relaciones que nos unen a otras personas, es la auténtica red social.
Según los biólogos de sistemas, las redes sociales son del tipo “redes de pequeño mundo”. Este tipo de redes fueron descritas en 1998 por Duncan Watts y Steve Strogatz. Comprobaron que se forman de manera natural en muchos ambientes diferentes, desde la red neuronal de un cangrejo hasta la disposición del tendido eléctrico en un país; y por supuesto, en relaciones entre humanos.
Utilizando las redes sociales
Conociendo el mapa social, el siguiente paso es sacar provecho de la información. Los investigadores Nicholas Christakis y James Fowler están investigando el uso de estas redes sociales para predecir epidemias.
Actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos sanitarios (como el CDC en Estados Unidos) predicen las epidemias a partir de datos obtenidos de los hospitales y centros de salud: si una nueva enfermedad aparece, un hospital da el aviso y queda registrado. Controlando el número de avisos, su frecuencia y la localización geográfica del hospital, es posible dar la alerta de una nueva epidemia. El problema es que el proceso es lento,normalmente el aviso surge con un retraso de aproximadamente dos semanas respecto a la situación real, por lo que se buscan sistemas que informen de una epidemia lo antes posible. Detectar antes una nueva epidemia significa poder proteger mejor a la población e informarla a tiempo.
Aquí, las redes sociales entran en juego. Una persona infectada con un virus contagiará a otra persona con la que guarde un contacto estrecho, es decir, alguien conectado a él en su red social. Si pensamos así, el virus viajaría entre las personas usando como carreteras esa misma red social.
En las redes sociales, no todas las personas (los puntos de estas redes) son exactamente iguales, las definen el número de personas que conozca (es decir, el número de conexiones que tenga). En la red social de abajo (que refleja las relaciones reales en una universidad), si el sujeto A conoce a 1000 personas y el sujeto B conoce a 5, el primer sujeto se sitúa más cerca del centro de la red rodeado de conexiones y el otro en un extremo, apartado. Ahora bien, si va a haber una epidemia en la red, ¿quién será infectado antes?
La propia lógica nos dice que conocer más gente y tener una red social más rica alrededor conlleva mayor riesgo de contraer una enfermedad. De manera que si escogemos a este tipo de personas y vigilamos su estado de salud, podríamos controlar el estado de la epidemia antes que con la gente anónima que llega a los hospitales de la OMS.
Tus amigos tienen más amigos que tú
El problema es simple: nosotros no conocemos la red social de un país, ni podemos conocerla. Así que no sabemos que personas tienen mayor numero de conexiones. Pero las matemáticas dan una sencilla solución que funciona en las redes de pequeño mundo y que es anti-intuitiva: en una red social, tus amigos tendrán más amigos que tú.
Significa que si cogemos a personas al azar y les pedimos que nos presenten a un amigo cualquiera, por probabilidad la persona presentada estará más cerca del centro de la red y tendrá mayor número de conexiones que el amigo aleatorio original. Dicho de manera científica, los puntos con mayor número de conexiones tienen más probabilidad de ser escogidos. De esta manera, para predecir la epidemia no necesitamos vigilar a posibles pacientes anónimos, sino a sus amigos. Esta idea se ha comprobado bajo simulación y funciona: las epidemias pueden ser predichas hasta una semana antes usando los “amigos anónimos” frente a los “anónimos”.
Este sistema no es únicamente útil para epidemias producidas por un germen, también funciona para otros fenómenos que se transmiten por el contacto social, como pueden ser modas, tendencias políticas o religiosas, costumbres, rumores… Las posibilidades son inmensas.
Por eso, cada vez que uses Facebook y aceptes la petición de amistad de alguien, recuerda que estás elaborando una nueva conexión en la red y acercándote al centro de la misma. Piensa que te enterarás antes de las novedades, pero también sucumbirás a las epidemias.
Fuente| Conectados